9.2.09

Subversión y contrasubversión en los años 60, siglo XX

Compañeros de historia y del proyecto AHORA, de éste y del otro lado del gran charco, después de reuniones y manifiestos vino el silencio. Me atrevo a romperlo con este primer envío sobre las guerrillas y contraguerrillas de los años 60.

El inicio de la década de los sesenta fue marcado por las violentas huelgas campesinas en las provincias de La Convención y Lares del Cusco, en el mes de mayo, que sólo hicieron recordar la necesidad de cambios en el agro, y pretender materializarla con la culminación del proyecto de ley de reforma agraria del 21 de setiembre. Pero nada impidió el gran paro campesino de cuarenta y ocho horas, nuevamente en La Convención, del 30 de noviembre. Otro hecho trascendente de este estreno fue el rompimiento de las relaciones internacionales con el novel gobierno revolucionario de Fidel Castro, que un año atrás demostró a los latinoamericanos la probabilidad de éxito de un movimiento insurreccional de tipo guerrillero que logró derrocar a un gobierno sostenido por los Estados Unidos de América, para transformar las estructuras sociales, económicas y políticas de un Estado. Como apreciamos, 1960 denotó la situación de injusticia de la población rural y mayoritaria del país; y, a nivel internacional, el modelo para revertir este estado de cosas.

Las respuestas paliativas al movimiento campesino de la Convención fueron insuficientes; a la par que se expandía en la juventud peruana una conducta crítica y hasta radical, quizá producto de la expansión de la educación superior, mediante la creación de varias universidades como la Universidad Nacional Daniel Alcides Carrión en Cerro de Pasco, Universidad Técnica de Cajamarca, Universidad Nacional de la Amazonía; y la toma de conciencia sobre los graves problemas de inequidad e injusticia que aquejaban a la Nación. Esta efervescencia atemorizó a los círculos de poder y a los propios militares que insurgen nuevamente en la vida política con la esperanza de revertir el conflicto agrario y cerrar el paso a las pretensiones del Partido Aprista Peruano de hacerse del poder. El efecto fue opuesto; ni más estabilidad, ni control de un partido considerado radical, del que más bien se escindió el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) dirigido por el líder de las juventudes apristas José de la Puente Uceda.

Fernando Belaunde Terry al fin logró la presidencia en 1963, blandiendo un discurso moderno y atractivo que hablaba de integración, desarrollo económico y justicia. La postergada reforma agraria brillaba como principal promesa en las plazas públicas; empero, la contranatural alianza APRA – Unión Nacional Odriísta y problemas internos de organización, trocaron esperanzas en desánimo y encendieron la acción de los convencidos en iniciar el movimiento guerrillero de 1965. Al MIR se unió el Ejército de Liberación Nacional (ELN) liderado por un intelectual de treinta años, crítico y dolido del sistema, sanmarquino y estudiante de la Escuela de Bellas Artes, procedente de la provincia serrana limeña de Huarochirí y con el sello de la Gran Unidad Escolar capitalina Pedro A. Labarthe; Héctor Béjar Rivera.

Militó desde los dieciocho años en el Partido Comunista Peruano y tuvo una participación activa en la vida política del país. Encandilado por la revolución cubana, organiza y prepara la acción guerrillera junto a jóvenes que mayoritariamente provenían de familias de clase media.

De este actor histórico obtuvimos la presente entrevista realizada durante el mes de setiembre de 2008.

A la pregunta ¿Qué era una guerrilla de los años 60? Nos dijo:

“Puede ser definida en varios planos.

En el plano militar era un grupo móvil, muy bien preparado físicamente, formado para eludir la acción de los grupos regulares del ejército. Constaba de una vanguardia de 5 hombres, un cuerpo de unos 20 y una retaguardia de otros cinco. Aproximadamente 30 hombres en total aunque este número podía variar. Varias guerrillas podrían formar una columna que debía tener como máximo 150 hombres. Armamento ligero y variado, norteamericano, que podía ser de viejos fusiles máuser, Garand o FAL (en este caso belgas) para el cuerpo de la guerrilla; y armamento más ligero, metralletas o M1 y M2, para la vanguardia y retaguardia. Se daba más importancia que al armamento, a la capacidad de movilización y al conocimiento del terreno.

En el plano ideológico una sólida formación moral, basada en el respeto por la población. El modelo eran las guerrillas vietnamitas. También tenía mucha importancia la formación ideológica, pero la moral era la más importante.”

¿Quién era un guerrillero en el Perú de la ’60?

“Hubo varios tipos de guerrilleros según su procedencia. Estudiantes de las universidades, muy jóvenes; e incluso, chicos recién salidos de los colegios secundarios. También campesinos, obreros y dirigentes políticos con mayor formación teórica. Su procedencia social era variada, obreros o estudiantes. Pero tenían en común: a) una gran sensibilidad social; b) desilusión por la política establecida incluidos los partidos políticos y; c) la convicción en que la lucha armada era la única forma de conquistar el poder para cambiar el sistema.

Por lo general, un guerrillero de los años sesenta era marxista, aunque sus nociones sobre el marxismo y el comunismo eran muy elementales. Se identificaban con el socialismo tal como se daba en la Unión Soviética y China y, sobre todo, en Cuba.”