25.7.08



Apoyanos pe varón!!!! Estamos en la categoría de Educación!!!

Concurso Blogs Peruanos, Estamos buscando a los 20 mejores Blogs del Perú
Páginas Amarillas

16.7.08

La escritura de los idiomas indígenas en el Perú y México (I)

Por: José Luis Igue


(Expediente que contiene el testamento en náhuatl de Toribio Feliciano, 1571. Ver aquí. Hacer click en la imagen para ampliación).

Todas las comparaciones entre México y el Perú son interesantes, pero peligrosas. La Revolución mexicana es, por ejemplo, un acontecimiento que no tiene comparación no sólo en el Perú, sino en toda la historia de Latinoamericana.

A lo que iba. Hay temas que sí llaman a la comparación. Leo con mucho interés este post de Felipe Castro Gutiérrez sobre la situación de las lenguas indígenas en Nueva España. Como siempre aparecen los aires de familia. En nuestro virreinato la Corona también dio protección y difusión al quechua y al aymara —en desmedro de muchas otras lenguas locales—. Recordaremos que el primer libro impreso en Lima fue trilingüe castellano-quechua-aymara, y que la bibliografía de Rivet y Créqui-Montfort registra 226 publicaciones en estos idiomas indígenas para los siglos virreinales (1).

Castro Gutiérrez revela el asombroso papel desempeñado por los intérpretes oficiales de náhuatl, tarasco y otomí, de linajes indígenas nobles en los que el cargo resultaba hereditario. Nada de esto existió en el Perú, donde a pesar de la fortaleza de la nobleza indígena, el cargo de intérprete, igualmente importante, recaía usualmente en españoles.

He aquí un contraste súper interesante: mientras que en Nueva España los idiomas indígenas llegaron, mediante intérpretes de la nobleza indígena, a integrarse en la papelería burocrática colonial (encontramos testamentos, títulos de propiedad, probanzas, juicios —todos oficiales— en lenguas indígenas, además de crónicas y otras piezas de literatura), en el Perú, no obstante la ausencia relativa de todo ello, el quechua se convirtió en el idioma hablado por una inmensa mayoría de la población hasta bien entrado el siglo XX. El peso del quechua y el aymara, hablado cotidianamente en los Andes poscoloniales no sólo por indígenas sino por los demás sectores sociales, no tiene equivalente en México.

Este contraste es interesante y llama a la reflexión.

Continuará...

_____________

(1) Paul Rivet y Georges de Créqui-Montfort. Bibliographie des langues aymará et kičua (París: Institut d'Etnologie, 1951), vol. 1.

14.7.08

Notas sobre el criollismo (V)

Este post se hizo muy largo ya y lo continuaremos en otra ocasión.

La intención ha sido revisar un poco cómo las categorías con que pensamos la sociedad —en este caso lo criollo— varían en el tiempo y en el espacio. En el balance parece claro que así como se hace una historia de lo criollo, también se puede hacer con lo español, lo indio, lo andino, lo serrano, lo costeño, lo cholo. Da para más debate.

Esto parece importante en un país cuya tradición de mestizaje vuelve difícil que el racismo se exprese abiertamente; en el que, más bien, el sentido de la geografía, las costumbres, el grado de instrucción, etc., etc., se hallan fuertemente racializados. Cuando a estas categorías se las despoja de un origen se tiende a creer que no tienen tampoco final.

Palabras como "serrano" o "analfabeto" no siempre fueron despectivas ni tenían una connotación racial. Eso también será para otra ocasión.

La historia puede contribuir a dar rostro, a bajar al llano estas categorías que fácilmente se confunden con la realidad que ellas deberían solamente enunciar.

Y colorín colorado.

7.7.08

Notas sobre el criollismo (IV)

(Victoria Santa Cruz y Abelardo Vásquez, marinera limeña. Foto aquí)

En estas breves notas sobre el nacionalismo criollo, nos ha faltado revisar el papel desempeñado por la población afroperuana.

Históricamente los censos limeños muestran una disminución considerable de las personas clasificadas como negros desde el siglo XVII en adelante. Si durante la colonia llegaron a conformar la mitad de la población capitalina, en 1908 solo representaban el 5% del total. Entre 1908 y 1920 el número de negros se redujo de 6.763 a 1.782. Sin embargo, el censo de 1931 registró un total de 8.244, motivando la sorpresa de los propios encuestadores. Según Susan C. Stokes, de quien tomo las cifras, este repunte demográfico podría indicar —al margen de las conocidas distorsiones censales— el inicio de una migración constante de los afroperuanos de la costa central hacia la capital (1).

Algunos de los afroperuanos más destacados en la vida limeña de entonces tuvieron origen rural. Por ejemplo, Porfirio Vásquez era de Aucallama, cerca de Huaral, y de Cañete fueron los cracks aliancistas José María Lavalle y Adelfo Magallanes.

Lima pasaba por uno de sus ciclos más expansivos desde el boom del guano. De esta época datan el Paseo de los Héroes Navales, la Plaza San Martín, el Hotel Bolívar, el Palacio de Justicia, el Palacio de Gobierno, el Palacio Legislativo, el Palacio Arzobispal, las casonas de las nuevas avenidas Leguía (hoy Arequipa) y Salaverry, el Parque de la Reserva, el Hipódromo de Santa Beatriz, el Country Club y otras construcciones enclavadas en ese imaginario oligárquico que Salazar Bondy llamó la negación del desierto. Siguiendo unas líneas de Bertold Brecht, el auge de la construcción hablaba también de la vida de los albañiles y de los barrios obreros —La Victoria, inicialmente; más adelante Lince y Breña— que comenzaron a formarse al costado de los más decentes. En ellos emergía una sociabilidad que no había dejado los criterios de raza ni adoptado enteramente los de clase; donde, sin embargo, negros urbanos y rurales, mestizos, serranos migrantes, asiáticos y blancos "pobres de clase media" (2) convivían en una nueva sensibilidad captada, por ejemplo, en los valses de Felipe Pinglo.

Y es en esta época en que se forjan y consolidan dos señas de las más tradicionales de la identidad limeña: la procesión del Señor de los Milagros y el club Alianza Lima. En ambas, un movimiento similar al propuesto para la música. Una apropiación de expresiones hasta entonces afroperuanas por sectores medios y de elite, quienes les dan un nuevo aire, criollo, limeño y finalmente de sabor nacional.

Visto en retrospectiva, es interesante observar que la hinchada de los clubes Universitario de Deportes y Alianza Lima ya no corresponda fielmente al clásico de los "bastonazos". A la antigua división entre clase media / pueblo se ha venido sumando la de limeño migrante / tradicional (3).

______________

(1) Susan C. Stokes, "Etnicidad y clase social: los afro-peruanos de Lima, 1900-1930", en Lima obrera: 1900-1930, Steve Stein, comp. (Lima: Ediciones El Virrey, 1987), 2: 171-252.

(2) David S. Parker, "Los pobres de la clase media: estilo de vida, consumo e identidad en una ciudad tradicional", en Mundos interiores: Lima 1850-1950, Aldo Panfichi y Felipe Portocarrero, eds. (Lima: Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico, 1998), 161-185.

(3) Abelardo Sánchez León, et al., Fútbol: identidad, violencia y racionalidad, 2a ed. (Lima: PUCP. Fondo Editorial, 1997).

2.7.08

Notas sobre el criollismo (III)


En las fiestas familiares, las niñas y los señoritos bailan tangos, pasodobles, one-steps, rumbas y otros bailes extranjeros [...]; pero esto es sólo al principio de la fiesta [...]; pero cuando la fiesta ha entrado ya en calor, ya sea por el vino o por el mismo ambiente de la reunión, entonces alguien se atreve a pedir una guitarra o un arpa; en seguida gritan todos exigiendo lo mismo, y si el dueño de la casa no tiene una guitarra se mandan comisiones donde tal o cual indio arpista, o en busca de guitarras. Con arpa y violín tocados por indios, o con guitarras tocadas por alguna pareja de invitados, la fiesta crece, todos se alegran de veras, se sienten en su elemento [...]. Ese es el Perú del Ande. Pero si a la fiesta llegan el Jefe de la Caja de Depósitos, el Subprefecto o el Juez, que casi siempre son forasteros, otra vez la fiesta se congela, la alegría para de golpe; todos saludan a lo "extranjero" al señor principal que llega, y todos volverán al tango y al jazz, si el visitante no es también serrano y acaba por preferir el wayno indígena (1).


En un bello libro titulado Comunidades imaginadas, Benedict Anderson señala que uno de los hitos clave en la formación del nacionalismo fue la impresión de la Biblia en lenguas vernáculas europeas. Ello porque no sólo tuvo un impacto evidente entre la elite de lectores, sino también entre la gente del pueblo, que comenzó a oír la palabra de Dios y verla encuadernada en el idioma de los indecentes. Concluye Anderson que el nacionalismo implica, entre otras cosas, un esfuerzo consciente de las elites por "elevar" las despreciables costumbres del pueblo, identificándose con ellas. Eso es nacionalizarlas.

Partiendo de esta idea, quisiera explorar la hipótesis de que el criollismo es la expresión cultural del proyecto de nación que las elites limeñas emprendieron en el siglo XX, con más fuerza desde los años 30 hasta la crisis oligárquica de los años 60. Un hito destacado en este neo-criollismo es la integración inédita del folclore rural afroperuano. "Nacionalismo" que no pudieron proponer las elites serranas, en una posición más colonizada, como indica el testimonio de Arguedas.

La música es un excelente camino para explorar estas ideas. En Latinoamérica tenemos una lengua en común (salvo Brasil) y una religión en común, pero algo que nos diferencia es la música. Por eso ha dado materiales para la imaginación de las comunidades nacionales. En la historia del tango, en Argentina; de las rancheras, en México; de la cumbia, en Colombia; del son, en Cuba; o de la samba, en Brasil, hay un instante fundacional que coincide con la invasión de estos bailes indecentes en los salones de la oligarquía.

En el criollismo tradicional limeño, siempre existió el personaje de elite que asistía a las jaranas, estableciendo pequeñas solidaridades verticales. Padrinazgos. Pero, como señala Alicia del Águila, en la relación del padrinazgo quedaba fuera de sitio que las jaranas se celebraran en el casa de una persona decente (3). En el neo-criollismo los ritmos de la plebe, el vals y la marinera, entran en la vida doméstica de la clase media.

Al mismo tiempo se da un cambio interesante por el cual la música criolla empieza a promocionarse como el folclor musical de toda la costa, urbana y rural.

____________

(1) José María Arguedas, Canto Kechwa, en Carmen María Pinilla, ed., ¡Kachkaniraqmi! ¡Sigo siendo!: Textos esenciales (Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2004), 96-97.

(2) Sobre por qué en el Perú andino, a diferencia de otros países de la región, la identidad mestiza ha sido reivindicada por los migrantes indígenas, véase Marisol de la Cadena, Indígenas mestizos: raza y cultura en el Cusco (Lima: IEP, 2004).

(3) Alicia del Águila, Callejones y mansiones: Espacios de opinión pública y redes sociales y políticas en la Lima del 900 (Lima: PUCP. Fondo Editorial, 1999), 107.