1.4.08

LA HISTORIA CONTADA POR LOS PUEBLOS ORIGINARIOS DEL PERÚ

Por Nayib

Somos los pueblos originarios, descendientes de las grandes culturas autóctonas desplegadas y desarrolladas en el espacio andino - entendido como el gran y diverso espacio geográfico caracterizado por la Cordillera de los Andes, en donde el hombre originario, quechua, aymara y amazónico; en su interacción, crean manifestaciones culturales propias y relacionadas entre sí - , con una sabiduría acuñada en 12,000 años, y que logró adaptar y dominar una realidad geográfica, topográfica y climática adversa. Campeones de la biotecnología y el empleo sostenido de los recursos naturales, herederos del único y gran imperio del mundo al sur de la línea ecuatorial, con una lengua troncal rica en significado, una raza cobriza común y dueños de estos riquísimos territorios. Somos los pueblos originarios de estos territorios que ahora se llaman Perú, que en 1532 fuimos invadidos por el hombre de occidente, su sed de sangre y riqueza, y una visión euro céntrica que todo discrimina y donde el blanco es la medida de todas las cosas.

De ser dueños de nuestra propia historia pasamos, y luego de cuarenta años de resistencia, a constituir parte secundaria, casi tangencial de la historia universal de occidente. Silenciaron las vidas de millones de hombres andinos y selváticos con su espada, pólvora y cañón; gripe, viruela y peste, y con mucha explotación y servidumbre en las encomiendas, haciendas, obrajes y mita minera. Los sobrevivientes fuimos desplazados y desarraigados, y obligados a abrazar nuevos hábitos, costumbres y religión.

Pero una cultura tan viva como la nuestra mantuvo su capacidad de adaptarse y resistir, y también exigir con las mismas leyes o armas del conquistador. La Rebelión de Túpac Amaru II fue la gran oportunidad perdida, para que este espacio andino sea nuevamente nuestro y borrar 300 años de ignominia. La respuesta a esta reacción nativista, fue de una virulencia tal, que mataron a nuestros viejos curacas y pretendieron borrar de la memoria nuestro gran pasado; a la vez que despertaron en el criollo y mestizo un temor a nuestra arrolladora fuerza.

Estos criollos y mestizos lideraron con éxito el esfuerzo independendista del Perú, nacimos como república, y proclamaron ciudadanía, igualdad de derechos y participación en la vida política del novel país.

Vemos que el siglo XIX representó para la élite criolla latinoamericana el inicio de una vida independiente, la definición del nuevo sistema político y económico, y la búsqueda-conformación de una identidad con características que particularicen la nacionalidad de los emergentes países, la nación proyectada. La alusión a la población aborigen, en los discursos políticos e intelectuales durante y después del proceso independentista, fueron de algún modo una simple figura decorativa y retórica, circunspecta a la búsqueda de valores positivos en los antecedentes autóctonos prehispánicos de sus atávicos paisanos, la nación histórica, y en la mayoría de los casos como contraposición o negación, paradójicamente, a un legítimo e inmediato pasado colonial español. Las decisiones políticas, económicas y sociales adoptadas se tomaron sin considerar la voz de las poblaciones indígenas, de espaldas a ella y en no pocos casos contra éstas.

Sin embargo, esta consideración hacia lo indígena estará correlacionada según el número, la presencia dentro de los territorios recién constituidos, la importancia para el sistema económico y al grado de adaptabilidad a los principios de la civilización occidental. Por ello, las grandes poblaciones indígenas del Ecuador, Perú y Bolivia, y los grupos aimaras, ubicados en Chile y Argentina; serán percibidos de modo diferente a los indios catalogados como no asimilables, difícilmente “reducibles o domesticados”, inadaptados para la vida civilizada, salvajes o simplemente excedentes poblacionales, como el caso de las tribus amazónicas, y los araucanos en las Repúblicas de Chile y Argentina.

Por esto, a pesar del largo proceso histórico y estando pronto a cumplir el bicentenario de vida republicana vemos como muchos de los ideales democráticos de justicia y equidad están pendientes, y redefiniéndose ante el rápido cambio que se viene produciendo en el mundo que nos exige cada vez más dejar de SER sin antes HABER SIDO.

2 comentarios:

Invitad@ dijo...

Como te dije en privado NAyib creo que pecas de diealizar el pasado andino. Nunca he creido en los imperios benignos, ni aunque fueran quechuas. Lo que si me parece importante es la reconstrucción de una identidad cultural andina.

niklaüss dijo...

Yo amo a las culturas prehispánicas. De hecho haber visitado Perú y México han sido experiencias increíbles y cada vez que puedo, recomiendo visitar esos lugares. Pero debes tener bien en claro (sin ánimo de ofenderte) que todas las culturas han invadido a otras, y en parte la grandeza del imperio Inca se debe a que ellos mismos han subyugado a las culturas anteriores Lima, Aymará, Chimú y demás. Del mismo modo que los Aztecas a los Toltecas, Zapotecas y los españoles a nuestros pueblos. No defiendo la conquista, para nada. Amo profundamente y respeto mucho a nuestro continente y sus pueblos.

Tu blog está muy interesante y, de paso, te invito a visitar el mío (universobabel.blogspot.com)

Espero que me hayas interpretado correctamente, no es una crítica, sino mi opinión.

Saludos desde Buenos Aires!