29.6.07

De la espada de Damocles al harakiri. Historia y perspectiva de los libros y la lectura en el Perú (I Parte)

Por: Héctor Huerto Vizcarra


“¡Oh, Dios! Los estandartes de los caballeros se cernían como pájaros en torno a sus enemigos. Las lanzas puntuaban lo que escribían las espadas; el polvo del combate era la arenilla que secaba el escrito, y la sangre lo perfumaba.” Ben Said Al – Magribi


Quien no crea que los libros son un campo de batalla, posiblemente no ha deleitado el jugoso y amargo placer que emana de las letras. Ese sabor agridulce, contradictorio en ocasiones, no solo es consecuencia del contenido de los libros, sino también, de todo aquello que lo rodea. El libro de esta manera, no se puede interpretar como un objeto aislado, con características propias e inalienables; más bien, pertenece y es fruto de un contexto determinado, de unas circunstancias que lo marginan o lo elevan a su máxima expresión.

Hoy nadie podría dudar de la importancia que tiene el libro en la humanidad, incluso aquellos que no leen, no dejarían de reconocer eso. Hasta el momento, no hay mejor método para aprender a leer y a escribir que tener un libro al frente, debido a que buena parte del mundo aún vive entre la pobreza y la miseria, lo que imposibilita que modernas tecnologías se conviertan en alternativas serias dentro de la educación de los niños y adolescentes. El problema surge cuando el libro, luego de la etapa escolar, es dejado de lado. Incluso para países tan poco desarrollados como el nuestro, la intromisión del internet y de la computadora en la vida diaria de una persona común se ha hecho constante. Es más habitual abrir una cuenta de correo electrónico que hojear un libro y comenzar a leerlo, por cuenta propia.

Por ello, en la actualidad se cierne un gran debate en torno a las perspectivas que tiene el libro dentro del mundo de las computadoras y el internet. La multimedia parece acaparar la total atención de las personas, dejando poco margen a los periódicos, libros y revistas. Las letras impresas se hallan inmersas, para algunos, en su primera gran crisis, y nadie se atreve a asegurar su desaparición, pero todos concuerdan en descartar una posible victoria. Este consenso es sumamente interesante. En vista de ello, para nadie es extraño que en los últimos años hayan proliferado los libros, revistas y periódicos colgados en el internet, mientras que sus versiones impresas o no existen o han disminuido sus tirajes.

“Nuestra repentina transición histórica hacia una cultura tecnológica nos ha arrojado a un ámbito de ignorancia. (...) Al observar nuestra sociedad, ya no vemos líderes auténticos ni grandes sabios. No tenemos un gallardo Nuevo Mundo, sino un Nuevo Mundo terrorífico.”[1] Las reacciones frente a estos cambios, que afectan la cotidianidad del ser humano, y que influyen sobre todo, en la lectura y en la imagen que se tiene sobre el libro, son muy variadas. Pueden ir desde la añoranza de un pasado idílico e inexistente, como la de Sven Birkerts en la cita anterior, hasta el optimismo total por las nuevas herramientas que ponen a disposición de una interesante –y discutida– mayoría, una nueva forma acercarse a la lectura. Así, en palabras de José Terceiro esto se debe a que:

“Dejaremos de estar confinados, como lectores, al espacio de tres dimensiones, ya que la expresión de una idea incluirá una red de indicadores de posteriores elaboraciones o argumentos que podrán ser invocados o ignorados. En esto consiste el hipertexto. En el mundo digital el medio ya no es el mensaje. El mensaje, partiendo de una misma información puede corporeizarse de diversas formas.”[2]

Sin embargo, el meollo del asunto en el debate sobre el libro, pareciera encontrarse en un viejo problema, que data casi desde la creación de la escritura. Juan Mata Anaya ya lo ha advertido, el problema se encuentra en la poca costumbre que tienen las personas de leer un libro; aunque no solo se limita a eso. La noción que se tiene sobre el libro, su relación con el mercado, su distribución y el acceso que tienen las personas al mismo, son otras variantes que deben tomarse en cuenta en un análisis sobre la perspectiva del libro en el futuro. Aunque estos aspectos no agotarían el tema, también valdría la pena analizar el tipo de contenidos y el valor que se les da a ellos, pero tal esfuerzo escapa a este ensayo.

Lo paradójico de este asunto es que para analizar las perspectivas del libro y de la lectura en el Perú, se hace necesario hurgar un poco en su pasado para entender la totalidad del proceso. Al parecer, después de tantos adelantos tecnológicos y de tantas reformas educativas, se podría volver a vivir el pasado, de cierta manera. En un futuro, podrían surgir nuevos personajes de la antigüedad, como los Calificadores, como salvaguardas de un sistema y de un modo de vida. El libro, o lo que se entiende como tal, podría ser el objeto central dentro de estas nuevas disputas.

[1] Sven Birkerts. Elegía a Gutenberg. El futuro de la lectura en la era electrónica. Citado en Juan Mata Anaya. ¿Apocalipsis o renacimiento?. p. 4
[2] José Terceiro. Socied@d Digit@l. Citado en Juan Mata Anaya. ¿Apocalipsis o renacimiento?. p. 5

Nota: Este ensayo se hizo acreedor de una Mención Honrosa en el Concurso de Ensayo “El Libro en la Cultura Humana” organizado por el Banco del Libro y La Asociación de Egresados y Graduados de la Pontificia Universidad Católica del Perú (2005).

26.6.07

Y usted, ¿no será también indígena?

Por: Wilfredo Ardito Vega


Afines del siglo XIX, el ingeniero alemán Hans Heinrich Bruning recorría Lambayeque, realizando estudios arqueológicos y tomando numerosas fotos de los habitantes y sus costumbres. Las fotografías se exhiben en el fascinante museo Bruning y lucen tan nítidas que podrían haber sido tomadas ayer. Las personas retratadas se parecen muchísimo a los lambayecanos del presente, pero actualmente nadie emplearía leyendas como “muchachos indios” o “indias de Monsefú”.

A muchos extranjeros, especialmente latinoamericanos, desconcierta cómo, en las últimas décadas, los peruanos hemos invisibilizado en nuestro inconsciente colectivo el marcado componente indígena de nuestro país, al punto que la mayoría, indígenas o no, preferimos evitar el término.

Un ejemplo cotidiano es la descripción que la televisión suele dar a un niño desaparecido, indicando que es de “raza mestiza”, para que los televidentes comprendan que se trata de alguien de marcados rasgos indígenas. Hace unos años, mientras llenaba un cuestionario para la EPS Novasalud encontré la indicación: Señale su raza, y cuatro opciones para marcar: blanco, mestizo, negro y oriental. Probablemente, los médicos que prepararon el cuestionario consideraban a los indígenas dentro del rubro mestizos.

Aunque en el Perú viven millones de mestizos, de ninguna manera esta categoría corresponde a toda la población. En primer lugar, especialmente en la costa, existen muchos peruanos que no tienen nada de mestizos, porque descienden de inmigrantes europeos o asiáticos. Sabemos también que los asháninkas o los aguarunas no son mestizos, sino indígenas, pero ¿son éstos los únicos indígenas?

Si, como indica el Convenio 169 de la OIT, entendemos que son indígenas los descendientes de los primeros habitantes de un país o de quienes se encontraban en él cuando se produjo la conquista o colonización, el número de indígenas peruanos termina superando al de Ecuador o Bolivia.

Genera también confusión el término campesino, usado frecuentemente para referirse a quienes en los países vecinos son denominados indígenas. En realidad, se trata de dos conceptos diferentes: campesino alude a una actividad e indígena a una ascendencia étnica. Pueden existir campesinos que no son indígenas (como fue el caso antaño de muchos inmigrantes japoneses y chinos) e indígenas que no son campesinos, porque se dedican a otra actividad. Una persona puede dejar de ser o volverse campesino, pero no puede dejar de ser indígena ni convertirse en uno, aunque lo deseara.

Después de esta explicación, nos damos cuenta que, en varios departamentos andinos, la mayoría de los habitantes son indígenas. También lo son muchos habitantes de San Juan de Lurigancho y del entorno de la Carretera Central, numerosos heladeros, taxistas, trabajadoras del hogar y muchos lustradores de zapatos que llegan a Lima durante el verano. Con el paso del tiempo, cada vez existen más indígenas en las universidades limeñas, las ONGs o el Congreso.

Podría decirse, con algún entusiasmo, que uno de los grandes fenómenos sociales del siglo XX ha sido el ascenso social y educativo de muchos indígenas, pero la paradoja es que ni abogados, diplomáticos o generales se reconocen como indígenas... como tampoco varios de mis amigos y conocidos que tienen esa ascendencia.

En realidad, la percepción sobre lo indígena sigue manteniendo una carga peyorativa. Curiosamente, muchos de quienes ensalzan las obras de los antiguos peruanos (por ejemplo, promoviendo que Macchu Picchu sea considerado parte de las nuevas Siete Maravillas del Mundo), sienten un total desprecio hacia los actuales indígenas.

Mientras este menosprecio persista, difícilmente se expresará con libertad una identidad indígena: por eso, muchos de quienes migraban a las ciudades intentaban ocultar su identidad, desde el idioma hasta la vestimenta. Este proceso, sin embargo, no logró erradicar el racismo, desde la discoteca hasta la selección de empleo. En otros países, en cambio, los nuevos sectores medios y profesionales indígenas mantenían su identidad y su mayor cohesión les ha permitido enfrentar mejor el racismo.

Algunos temen que una reafirmación de la identidad indígena genere una división entre los peruanos o inclusive el desarrollo de actitudes racistas. Sin embargo, los habitantes de un país pueden asumir diversas identidades, como ocurre con muchos peruanos descendientes de europeos y asiáticos.

De otro lado, esta ausencia de identidad beneficia a algunos grupos económicos: si los indígenas que viven en zonas rurales aceptaran que lo son, podrían invocar en su favor el Convenio 169, que les reconoce el derecho de decidir sobre su propio desarrollo y ser consultados sobre las actividades extractivas que pueden afectarles.

Si el racismo disminuyera, ¿se reafirmarían los indígenas en su identidad o buscarían mas bien la oportunidad de asimilarse? ¿Podrán los indígenas peruanos encontrar una manera actualizada de vivir su identidad sin restringirse a revivir prácticas ancestrales? ¿Podremos aprender a usar la palabra indígena con la misma naturalidad que Bruning lo hacía, sin pensar que estamos insultando a alguien?

21.6.07

Felicitaciones

Hemos sobrepasado los 15 000 visitantes únicos a este modesto blog desde que a inicios de años comenzaramos con este proyecto, y más de 20 000 veces esta página ha sido visitada en general. De parte de Ahora, les damos las gracias y los invitamos a seguir leyendo nuestros artículos.

Gracias!

19.6.07

Intrigas políticas en Moquegua de 1813

Transcripción del documento: Héctor Huerto Vizcarra

Copia de la representación elevada a la superioridad por los vecinos de Moquegua, solicitando la restitución del funcionario Francisco de Paula Paez, quien había sido Subdelegado y Comandante de la Villa (Moquegua, 4 de diciembre de 1813)


Observación: La sumilla de este documento, que consta en el catálogo de la Biblioteca Nacional, tergiversa el sentido original del mismo, por lo cual se ha reemplazado dicha sumilla por el título que antecede a esta observación.

Nota: Hace 14 meses atrás fue depuesto el Subdelegado Comandante don Francisco de Paula Paez.

Firmantes:
Gregorio de la Flor y Roa
Josef Carlos de Mendoza
Blas Antonio de Mendoza
Josef María Arguedas, Regidor
Luis de Pomareda, Síndico
Mateo Hurtado, Presbítero
Josef María Nieto, Capitán
Doctor Josef María Hurtado, Presbítero
Josef Santiago Basadre
Josef Santiago de la Flor
Doctor Pedro León de Tapia
Tomás Navarro, Capitán
Miguel Gutiérrez, caballero

“Que haviendo [sic] tenido a bien su superioridad deponer catorce meses hase [sic] al Subdelegado Comandante don Francisco de Paula Paez, se cuentan otros tantos de descontento del Pueblo, el qual [sic] haviéndose [sic] hecho demaciado [sic] sensible, y absolutamente general, con motivo de la sublevación de Tacna, de cuya parte se temió alguna imbación [sic]; a que ya los movimientos interiores posibles, no se ocurría[n] por el Gobierno con la energía y previsión que demandaba la común seguridad y gravedad del caso, pone a los suplicantes en la necesidad de representarlo a V. E. sin que su ánimo sea constituirse censores, ni denunciantes, sino procurar el bien de su Patria, anteponiendo, que no todos los hombres, aunque llenos de providad [sic], son aptos para cargos que requieren conocimientos y genio, y que unos logran mejor aceptación que otros, siendo vien [sic] natural, se deseen y devan [sic] colocarse los que a esta última recomendación reúnan la de suficiencia y el más decidido patriotismo.”

“Desde la ya citada fatal época de la deposición sentida de todos (...) la comisión de cualquier delito que haya quedado impune, o mal corregido, la insolencia del vajo [sic] pueblo, la lentitud y mayores costos de los prosesos [sic], y los juzgamientos arbitrarios, la confución [sic] de Jurisdicciones, la falta de policía y cualquier otro yerro o entorpecimiento en el govierno [sic], y planta de la Constitución; han sido frecuentes ocasiones en que se ha lamentado la pérdida de dicho Subdelegado, se han recordado sus buenas prendas, y execrado a los autores de su ruina llevando el fiel vecindario pacientemente esta privación, y los males que le atrae, combencido [sic] de que no es árvitro [sic] de la elección de esta clase de Jueses [sic], y sometido a la respetable autoridad de las Leyes y Superiores deciciones [sic] de V. E.; pero quando [sic] se vio como abandonado y se le creyó mal defendido en sus objetos más amados, e interesantes de vida, honor y bienes, en la ya mencionada acción de haverse [sic] sublevado Tacna, cuyos resultados no se precavían, y se hacía con lentitud, indiferencia, timides [sic], o falta de acierto en el gobierno; recordando que el antesesor [sic] en la presedente [sic] ocurrida en 811 y en el proyectado alsamiento [sic] de esclavos de esta villa, había manifestado el mayor desvelo y tomado toda clase de acertadas providencias y precauciones, con que se reposaba en seguridad, y confianza contra cualquier riesgo.”

“Sin que se oiga en tertulias, calles y plazas, y a personas de toda clase y sexo, otra cosa que elogios de este por sus esmeros, aciertos y beneficencia e imprecaciones contra sus acusadores”

“Si la sabia comprensión, y notoria prudencia de V. E. observa la graduación, destino, representación popular, carácter y patriotismo de los suplicantes (entre quienes tienen el honor de contarse los dos que ofrecieron costear, como lo han hecho en parte, la expedición para subyugar al insurgente Tacna) no puede tenerlos por sospechosos de parcialidad, y creerá que no llevan otras miras que las del bien público, y del acierto.”

“En el caso de que las palabras de los suscritos no baste, en el oficio aconsejan pedir informes al Mariscal de Campo, ex- General del Ejército del Alto Perú, don José Manuel de Goyeneche; y al Coronel del Ejército don José García, Comandante en Jefe de la expedición de Tacna: “que han estado aquí , y tienen propio conocimiento de la opinión pública relativa al dicho Paez, y su conducta, y mérito, no dejarán que desear, ni dudar sobre el partido que la prudencia y justicia dictan se tomen en las presentes circunstancias.”

“El Subdelegado depuesto a pesar de la ignominia que le resultó de la acusación y de dicho procedimiento, es amado y deseado en toda esta jurisdicción y ha acreditado la mejor aptitud, dedicación y desinterés para el desempeño del empleo”.

Fin del documento

Nota:
Este documento se halla en la Biblioteca Nacional (me imagino que aún seguirá en la antigua sede de Abancay), y tiene el código siguiente: D 11839

17.6.07

Actualización de la deuda peruana al 2007

Por: Héctor Huerto Vizcarra

En la reunión del Pleno del Congreso Peruano del 6 de junio de este año, se presentó el Ministro de Economía Luis Carranza Ugarte para exponer sobre el estado de la deuda externa e interna del país. En dicha presentación informó que la deuda pública asciende a 28 mil 483 millones de dólares, de los cuales la deuda externa es de 21 mil 972 millones de dólares y la deuda interna es de 6 mil 511 millones de dólares.

Con respecto a la deuda externa se dijo que la mayor parte de la misma está compuesta por los bonos que ha venido emitiendo el Estado peruano, los que alcanzan el 38.2%. Un 35.7% está compuesto por deudas contraídas con otros países. Asimismo, el 68.7% de la deuda externa peruana está en dólares, el 12.1% está en euros y un 10.7% en yenes. Además, sobre las tasas de interés, el 52,6% de la deuda externa está en tasas fijas, y las tasas variables alcanzan el 47,4%.

El caso de nuestra deuda interna es distinto. La mayor parte de ella está en bonos que corresponde a un 87,2%. Los créditos fundamentalmente otorgados por el Banco de la Nación llegan al 12,8%. Tomando en cuenta la composición de monedas, lo que tenemos es que fundamentalmente la deuda interna está en moneda local, en nuevos soles, alcanzando 5 mil 439 millones de nuevos soles, y la deuda denominada en dólares llega a 1 072 millones de dólares. También, se observa que a tasa fija de nuestra deuda alcanza a 5 mil 586 millones de dólares, lo cual representa 85,8% y el 14,2% está a tasas variables.

13.6.07

Apuntes para la historia de la deuda externa e interna del Perú (IV Parte)

Por: Héctor Huerto Vizcarra

6. Más deuda y corrupción en la década de los 90.-

Durante el gobierno de Fujimori, no solo la deuda externa peruana se incrementó notablemente, sino que también existieron escandalosos casos de corrupción y malos manejos relacionados a la misma. En 1995 la deuda externa pública llegó a su más alto nivel con un monto de 25 652 millones de dólares, siendo para entonces el monto de la deuda externa total de 33 378 millones de dólares. Un año después, el monto de la deuda externa total, a pesar de que se disminuye en poco más de 400 millones de la deuda pública externa, la deuda externa total llega a los 33 805 millones de dólares. En la actualidad la deuda externa total oscila entre los 31 000 millones de dólares, estando la deuda pública externa sobre los 24 000 millones. Otra característica de esta etapa es el incremento de la deuda con el Japón, que en la actualidad es el país con el que tenemos un mayor monto de deuda externa. Para marzo del 2004, con el Japón teníamos una deuda de más de 3 815 millones; mientras que con Estados Unidos teníamos una deuda de algo más de 839 millones, con Francia de alrededor de 1 355 millones, y con Italia de más de 1 033 millones de dólares.

Un caso de corrupción notable en este periodo fue el llamado caso Elliot. Elliot Associates LP, fue una empresa del Estado de Delaware, con domicilio en la ciudad de Nueva York; autorizada para realizar contratos en esa misma ciudad. Estuvo dedicada a comprar papeles de deuda, a precios muy bajos, y que podían ser sujetos de cobranzas judiciales al país deudor, que es lo que más o menos le pasó al Perú. Desde octubre de 1995, con la contratación de Jay Newman, experto en instrumentos de deuda en los “mercados emergentes” esta empresa empezó a operar, siendo su primera víctima, Panamá, a quien le compró pagares de su deuda. Como en el caso peruano, que explicaremos a continuación, este procedimiento de dudosa legitimidad, que viola el principio Champerty de la Ley de la Judicatura de Nueva York, que establece que ninguna persona natural o jurídica puede comprar documentos de créditos vencidos con la única finalidad de hostigar al deudor para obtener reparación crediticia; se realizó a través del Swiss Bank.

Elliot Associates LP compró en cuatro operaciones entre el 31 de enero y el primero de marzo de 1996, un monto total nominal de US$ 20,7 millones que correspondía a US$ 7 millones por deuda del Banco de la Nación y a US$ 13,7 millones por deuda del Banco Popular. Por el total de toda esta deuda Elliot terminó pagando sólo US$ 11 millones de dólares. Esta venta fue realizada por el Swiss Bank quien entre octubre y diciembre de 1994 se había hecho con estos papeles de deuda del Perú, que fueron comprados a Lehman Comercial Paper y Socimer, quienes eran los acreedores iniciales.

En Abril de 1996, Elliot planteó la primera demanda por el pago total, en forma paralela a las negociaciones con el Bank Advisory Commitee (BAC) para emitir los Términos Principales del Plan Brady. Lo que buscaba era quedar al margen del dicho plan para cobrar el monto de la deuda en su totalidad, sumado a los intereses correspondientes. Por ello, en octubre de ese año, Elliot demandó al Perú y al Banco de la Nación, solicitando además un embargo preventivo y un juicio sumario. La corte de Nueva York, el 12 de diciembre de 1996 le negó la posibilidad del embargo a Elliot. Meses después, el 27 de Abril de 1997, la Corte de primera instancia del Juez Robert Sweet, negó a la petición de Elliot sobre el juicio sumario, produciéndose así una disputa legal entre Elliot y el Perú; la cual resultaría favorable a nuestro país cuando el 6 de agosto de 1998 la Corte falló a favor del Perú aduciendo que Elliot compró deuda violando el principio Champerty.

A partir de ese momento, todo le iría mal al Perú. En Octubre de 1999, la Corte de Apelaciones anuló la sentencia a favor del Perú aduciendo una propia interpretación de la enmienda 489 (Champerty) y devolviendo el caso a primera instancia para que se determine el monto a pagar. Un mes después Elliot solicitó sentencia y una orden de embargo, lo cual consigue de parte de la Corte de Primera Instancia. Así se le concedió el embargo y una orden restrictiva sobre los bienes comerciales del Perú y el Banco de la Nación en Nueva York. También, para agravar la situación del Perú, Elliot logró una modificación retroactiva de la Ley de interés compuesto adicionando US$ 16 millones de dólares al monto total de la deuda.

El Perú intentó revertir esta situación, aunque sin mayor suerte. El 9 de mayo del 2000 se rechazó la solicitud de apelación presentada por el Perú y el Banco de la Nación. Después, el 30 de Mayo, la Corte rechazó los elementos de la defensa peruana y aceptó la petición de Elliot para dar paso a la sentencia más la petición que se le considere dentro de la legislación sobre intereses compuestos, lo que implicaba un incremento del monto final a pagar. Por último, el 22 de Junio, la Corte rechazó la defensa del Perú y falló a favor de Elliot. El juez determinó el monto de la sentencia a pagar por el Perú a favor de Elliot por US$ 55’660,831,56 dólares, quedando pendiente la sentencia por la petición de pago por gastos legales. Además, se dispuso el embargo de los bienes del Perú y el Banco de la Nación en los Estados Unidos destinados a uso comercial.


Elliot no se contentó con estas acciones: En Septiembre del 2000 hizo esfuerzos para embargar bienes del Perú y del Banco de la Nación en el extranjero (fuera de Estados Unidos) contraviniendo la orden del 22 de Junio. Además solicitó embargo sobre los fondos destinados al pago de los intereses de los bonos Brady, logrando esto el 21 y 22 de setiembre, cuando obtuvo de dos jueces de Nueva York, órdenes restrictivas para impedir el pago de intereses de los bonos Brady y se denegó la petición de las solicitudes de reconsideración del Perú sobre el principio Champerty y el interés compuesto. Eso obligó al Perú allegar a un acuerdo con Elliot el 29 de setiembre, en el cual se levantaron las restricciones y se pudo realizar el pago de los intereses de los bonos Brady. El Perú se comprometió a pagar US$ 58.45 millones por todo concepto, lo que para algunos miembros del MEF de entonces era un logro, ya que en principio Elliot pedía el pago de 62 millones y además, porque el juez había ordenado pagar US$ 57’466,592.85 más gastos legales, que aproximadamente podría haber llegado a un monto de US$ 9 millones.

En todo caso, el Perú terminó perdiendo mucho dinero en esta operación, ilegalmente concedida gracias a la anuencia del Swiss Bank, quien para la fecha tenía un contrato con el Perú por el cual nuestro país tenía la preferencia de compra de papeles de deuda que estaban en posesión de ese banco, quien además había usado información privilegiada para la compra de los papeles de deuda del Banco Popular. Además el Swiss Bank estuvo vinculado en otra operación de dudosa legitimidad, como representante del Perú en junio de 1996, en la compra de los papeles de la deuda con Rusia. Fue nuestro representante a pesar de que para esta época ya habían comenzado los litigios con Elliot, increíblemente.

La compra de la deuda Rusa, que no fue realizada mediante los canales oficiales entre ambos gobiernos, sino mediante el Swiss Bank y Jorge Peschiera Cassinelli, negociador oficial de la deuda con la banca privada, e implicó la compra de un monto nominal de 1000 millones de dólares en deuda, con el pago de 130 millones en efectivo, compra que se hizo a través del Swiss Bank, quien por esta operación recibió el pago de 2.25 millones de dólares. Esta operación indispuso al gobierno Ruso frente al Perú, lo que impidió posteriormente al Perú la compra de armas, pertrechos y repuestos rusos para los aviones comprados a Bielorrusia. El costo para el Perú fue de 1 800 millones de dólares que se gastó en adquisiciones militares inservibles.

Otra responsabilidad importante en el caso Elliot la tiene Jaime Pinto Tabini, funcionario del MEF, encargado de controlar las operaciones realizadas por el Swiss Bank; quien sospechosamente, el 30 de setiembre se retira del MEF para dos años después brindarle asesoría legal a Elliot Associates LP, en su juicio contra el Perú. Al parecer, esta extraña relación data desde 1996. Esto constituye un acto de corrupción totalmente tangible, por cuanto el señor Pinto manejaba información confidencial del Estado Peruano durante su estadía en el MEF. Sorprendentemente, Jaime Pinto fue nombrado por el MEF en marzo del 2001 como representante del Perú ante el BID.[1]

7. La campaña del Jubileo 2000 y la recolección de firmas.-

Acogiendo el llamado del Papa Juan Pablo II, y de otros líderes mundiales, como el Secretario General de la ONU, Kofi Annan, se conformó la Red Jubileo 2000, que junto con otras redes de más de 70 países que formaban el gran movimiento internacional del Jubileo, buscaban la condonación de la deuda externa de los países en vías de desarrollo. Por eso el Perú participó de la campaña “La vida antes que la Deuda”, promovida en 199 por la Asamblea Episcopal y que permitió recoger 1 millón 856 mil firmas, de las cuales una quinta parte eran de jóvenes. Esta cifra resultó ser muy significativa a nivel mundial, ya que ocupamos el segundo puesto en cantidad de firmas recogidas. En la actualidad la Red Jubileo 2000 se pasó a llamar Red Jubileo Perú, y conforma a una diversidad de organizaciones sociales, instituciones e iglesias que vienen trabajando por la condonación o reducción sustantiva de la deuda externa de los países pobres.


[1] Toda la información referida al caso Elliot es casi un resumen del informe de Ismael Muñoz, Caso Elliot contra el Perú, presentado en el Seminario Internacional: “La Deuda Externa y su impacto en los Derechos Humanos” marzo 2004.

12.6.07

Apuntes para la historia de la deuda externa e interna en el Perú (III Parte)


Por: Héctor Huerto Vizcarra

4. Las deudas de Leguía.-

Con la llegada de un nuevo siglo, el segundo gobierno de Leguía se caracterizó por abrir el mercado nacional a las inversiones extranjeras, sobre todo provenientes de Estados Unidos. De igual manera, durante su gobierno se solicitaron préstamos en el exterior para financiar diversas obras públicas; todas estas inversiones estimularon el crecimiento de la burocracia estatal, según Caravedo. Según Margarita Guerra, el monto de la deuda externa peruana, después de su largo periodo de mandato, ascendió de 60 millones a 800 millones.[1] La importancia de este periodo en la historia de la deuda externa es notoria. En la década del 30 y durante el gobierno del general Benavides, el Perú entró nuevamente en una nueva moratoria de pagos.

5. Militarismo y la crisis de los 80.-

Durante el gobierno del general Velasco, y posteriormente de Morales Bermúdez, el gobierno emprende una política de enorme gasto en adquisiciones militares. Para ello, es necesario mucho capital, lo cual se logra mediante préstamos en el extranjero. Esta política de préstamos solo es posible en una coyuntura internacional en la cual las bancas financieras tenían necesidad por encontrar nuevos mercados en donde invertir porque los mercados de los países del llamado primer mundo, se hallaban saturados. De esta manera, la deuda externa peruana fue creciendo: en 1973 teníamos una deuda de 4 132 millones de dólares, para pasar a tener en 1979 una deuda de 9 334 millones de dólares.[2] Se había más que duplicado. Para entonces una fuerte crisis económica se iba evidenciando en nuestro país, de tener una inflación de 4.2% en 1972, para 1979 teníamos una inflación del 66.7%.

Era evidente que el retorno a la democracia no iba a solucionar de golpe esta crisis que se acercaba. En esas circunstancias el pago de la deuda externa era realmente asfixiante y perjudicaba todo tipo de inversión social. En 1981 se recurre a un préstamo para la compra de dos motonaves: el Mantaro y el Pachitea; las cuales se malograron en 1984 sin haber entrado nunca en actividad para el país. Esto realmente fue un caso escandaloso de corrupción y malos manejos.

Para ese mismo año, se deja de pagar la deuda externa, la cual se volverá a pagar durante el gobierno siguiente, el de Alan García. Este gobierno mantendrá una postura crítica frente a la deuda externa en el plano internacional, aunque no será una política consistente y lo único que consigue es que se genere una desconfianza hacia el país por parte de los organismos de crédito mundiales. Para 1990 la deuda externa total, que incluye la deuda que tiene el Estado así como la que tienen las empresas y bancos peruanos, llegaba a 22 856 millones de dólares.[3]

[1] Comunicación personal.

[2] Carlos Parodi. Perú 1960-2000: políticas económicas y sociales en entornos cambiante, p. 140 Estas cifras se refieren a la deuda externa total, que incluye la pública y la de entidades privadas. Según el MEF solo la deuda pública externa en 1970 llegaba a 945 millones de dólares; en 1973 a 1491 millones de dólares; en 1979 a 5764 millones de dólares. La deuda con el Club de París, en el lapso de 1970 a 1979, creció 8 veces, mientras que la deuda con la Banca Internacional creció 11 veces al valor que tenía en 1970.

[3] Solo la deuda externa pública llegaba en ese año a los 18 934 millones de dólares.

7.6.07

Apuntes para la historia de la deuda externa e interna en el Perú (II Parte)


Por: Héctor Huerto Vizcarra

2. Las expectativas del guano y los problemas de la consolidación.-

Con la explotación del guano como producto de exportación, el Perú en poco tiempo estuvo en condiciones de volver a pagar la deuda externa impaga desde 1826, y así volver a recuperar el crédito con la banca internacional. Ya desde 1841 Inglaterra ejercía presiones para que el país reanudara el pago de su deuda. Para esta época, las presiones no solo venían de ese país sino también de Francia. En 1849 ocurrió un hecho anecdótico que involucró al entonces Ministro de Guerra Ramón Castilla y al cónsul francés Armand Saillard, y se dio el 29 de agosto de 1840; este hecho fue relatado por Ricardo Palma en sus Tradiciones Peruanas, aunque de forma tergiversada. “Su origen estuvo en los reclamos para que se abonara a la casa francesa Dalidon-Larrabure un préstamo de más de 11 000 pesos que ella había hecho a Santa Cruz. El canciller Manuel Ferreyros evitó el duelo. Siguió una larga controversia diplomática.” En mayo de 1841 ese cónsul fue reemplazado, y no murió como afirmara el famoso literato peruano en 1840, en Venezuela, a causa de una fiebre amarilla.

El primer pago de la deuda inglesa, que se hizo con dinero proveniente del guano, fue decretado el 15 de enero de 1842. El Perú acordaba entregar a los acreedores de Londres, la mitad de los beneficios que le correspondían de acuerdo al segundo contrato por la venta del guano. De esta manera, el Perú reanuda sus pagos por concepto de deuda externa; hasta algunos años después, el 9 de abril de 1849, cuando el Perú logra una reconversión de nuestra deuda al hacer un contrato con la casa Murrieta. El monto de este nuevo préstamo fue de 3 millones 736 mil 400 libras esterlinas. Previamente, el 4 de enero, se firmó con la casa Gibbs y Cía un contrato de consignación de venta de guano, comprometiéndose para esto con el pago de parte de la deuda externa. Con esto se pagaba el monto de las deudas de 1822 y 1825, y tres cuartas partes de los intereses acumulados; para esta nueva deuda se daba como garantía el 50% sobre el producto neto del guano. Al parecer en esta reconvención se especuló mucho con los papeles de la deuda.

El 25 de enero de 1850 el Perú logra un nuevo emprésito de la casa Gibbs y Cía, dentro del marco del undécimo contrato de consignación de guano. Este consistía de 800 mil pesos, y curiosamente, no se conserva ningún documento que hace mención o que proporciona mayores datos sobre este préstamo.

El año de 1853, fue un año agitado en lo concerniente a los temas de la deuda interna y externa del Perú, ya que se dieron cuatro importantes transacciones económicas. El 15 de febrero de ese año se consigue un emprésito para reconvertir parte de la deuda inglesa (la que estaba con un interés del 6%) y la deuda con Chile. El arreglo fue pactado con las casas Murrieta y Hambro e hijos, por un monto de 2 millones 600 mil libras esterlinas, con un interés del 4 ½ % y un valor de colocación del 85%. La garantía se dio en base al guano en los términos del contrato de 1849. Como este arreglo iba a reconvertir una deuda con un interés del 6% a otra con un menor interés (4 ½ %), implicó que el monto original de la deuda a reconvertir se incrementara con 1 millón 64 mil 200 libras más.


El general Mendiburu, el 23 de marzo, firma un contrato con la casa francesa Urribaren y Cía por la conversión de 9 millones de pesos de nuestra deuda interna, en deuda externa. De igual manera, el 30 de junio firma un contrato similar con la casa francesa Montañé y Cía. Esta vez se trataba de trasladar un monto de 4 millones de pesos de la deuda interna, para convertirla en deuda externa. Al final, parece que la deuda trasladada solo alcanzó los 9 millones 71 mil pesos. La documentación sobre estas operaciones nunca llegó a publicarse, ni tampoco existen en el archivo del ministerio de Hacienda, y son una muestra de que una vez más, la característica de este tipo de operaciones es la poca transparencia que se tiene. Por último, ese mismo año se contrató un préstamo por 403 100 libras para financiar la construcción del ferrocarril de Tacna – Arica, con una tasa de interés del 4.5%.

Como mencionamos anteriormente, el monto de la deuda interna no dejaba de ser importante, ni tampoco las presiones para saldar estos saldos. En este contexto, el 16 de marzo de 1850 se promulga la ley de Consolidación, durante el gobierno de Castilla. Dicha consolidación significaba la unificación de la deuda contraída con particulares desde la independencia, bajo la forma de bonos o títulos, expresados en una sola unidad monetaria y bajo un solo tipo de interés. Estos bonos podían negociarse mientras se esperaba la cancelación de dichas deudas, lo cual ocurrió 8 años después, durante el gobierno de Echenique, cuando estos se habían concentrado en pocas manos (126 personas lograron acumular 2/3 de la deuda consolidada).

Se esperaba que este grupo de beneficiados invirtiera en la economía nacional, pero no cumplieron tal papel porque prefirieron invertirlo en especulaciones financieras con el propio gobierno. Según algunos historiadores se buscaba con esta medida dotar de una clase empresarial al Perú. Aunque de todas maneras gracias a este proyecto surgieron algunas empresas como los bancos, fábricas de poca envergadura, y se modernizó la agricultura de la costa.

En realidad esto generó muchas denuncias de corrupción y enriquecimiento ilícito, ya que entre otras cosas se reconocieron muchos papeles de deuda de dudosa procedencia. La consolidación, en síntesis, o era “una manera de dotar rápidamente a una potencial clase burguesa con el capital necesario para lanzarse a la inversión económica.” O una manera muy fácil de enriquecerse ilícitamente. Según Tantaleán, la consolidación solo sirvió para beneficiar a grandes comerciantes y algunos allegados de Castilla y Echenique. Tal fue esta imagen de corrupción que generó en su época, que las palabras consolidación y robo eran usadas como sinónimos.

3. Entre la deuda y la guerra.-

La guerra con Chile en 1879 encontró al país en una situación económica crítica, tanto así que ni siquiera teníamos crédito en el extranjero, ya que en 1876 nos declaramos unilateralmente en moratoria, nuevamente. Previamente a esto hubo una serie de factores que en parte colaboraron para que esta catástrofe se diera, y entre esos factores está el manejo que se le dio a nuestra deuda externa.

En 1862 se contrata otro préstamo, esta vez por el monto de 5 millones 500 mil libras, de las cuales se utiliza la mayor parte para el pago de la deuda externa, quedando un saldo a favor del Perú de 2 millones 308 mil 374 libras. Las deudas que se pagaron fueron la inglesa que estaba al 4.5%, la deuda Hegan del ferrocarril de Tacna, y la deuda Urribarren de conversión de deuda interna a externa. Esta deuda tenía un interés del 4.5%, con un fondo de amortización del 8% al año, al tipo de 93% (¿valor de colocación?), con una comisión del 2%.

En 1865, en pleno conflicto con España, quien un año atrás había tomado el control de las islas de Chincha, el Perú logra conseguir un préstamo de 10 millones de libras, de las cuales solo se colocaron 7 millones. Este préstamo sirvió para la reconversión de los bonos de 1862, sostener la guerra con España, la compra de los barcos Huáscar e Independencia; y después del conflicto con la península, pagarle a España. Este emprésito solicitado a Thomson Bonnar y Cía, John Kennard, y Lewis Haslewood, tenía un interés del 5%, con un fondo de amortización del 5%, al tipo de 83.5%. Este préstamo fue considerado como un contrato de cláusulas onerosas, que sublevaban el sentimiento nacional porque en uno de los artículos del contrato permitía la posibilidad de que los acreedores del país, en el caso del que Perú no cumpliera con sus pagos, llegaran a las islas y cogieran el guano por su propia cuenta.

En 1866 se negoció otro préstamo pero esta vez, con Estados Unidos. Con esto se obtuvo 5 millones de dólares, que equivalía la misma cantidad de pesos en aquella época. Los bonos de esta transacción tenían un interés anual del 7%, que era un interés bastante alto en comparación con los préstamos anteriores. Este emprésito se solicitó para la compra de armamento por un posible conflicto bélico con España, nuevamente. Al final, solo se llegó a emitir 2 millones 750 mil, de los cuales solo llegaron a circular 1 millón 626 mil dólares. Hasta este préstamo se tiene la casi total seguridad de que todos estos emprésitos fueron dados con una garantía por nuestra producción del guano.

Esta etapa de prosperidad, trajo un triste colofón, y ese escenario se dio con la guerra. Pero para 1869 no se podía prever los acontecimientos del futuro, y el 5 de julio de ese año, en París, se firma el controvertido contrato Dreyfus, en donde se decide entregarle la venta del guano en monopolio a tal firma extranjera. El 17 de agosto de ese mismo año, Piérola aprueba este contrato que creó una ilusión financiera para el Perú; la misma que llevó al Estado a gastar más allá de sus posibilidades y a incrementar su endeudamiento externo. Mientras se daban estas conversaciones, en ese año se obtiene un nuevo préstamo con Thomson Bonnar y Cía, para financiar el ferrocarril de Pisco a Ica, con el cual se obtuvo 290 mil libras. Este préstamos se dio con una tasa de interés del 5% y con un precio de emisión del 7%.

El 19 de mayo de 1870, la casa Dreyfus quedó facultada para negociar un préstamo de 11 millones 920 mil libras, que resultó siendo una operación exitosa en el mercado europeo. Estos bonos tenían un interés del 6%, con una amortización del 2%, y con un valor de colocación del 80.5%. Este empréstito estuvo destinado a la construcción de ferrocarriles. Confiados por esta operación, el 24 de enero de 1871 se autoriza la emisión de un nuevo empréstito por 15 millones de libras, haciéndose nuevamente otro contrato para esto con Dreyfus. Este empréstito es lanzado al año siguiente en las bancas financieras europeas, y solo se logra colocar 230 mil libras más los 4 millones que Dreyfus se compromete a tomar.

La situación económica del país se había complicado, y nuestra capacidad crediticia se estaba mermando con los malos manejos que se hacía del gasto público y de la deuda externa. El 24 de setiembre de 1872, el Presidente Pardo presenta al Congreso un informe alarmante de la situación de la hacienda pública, en donde se mostraba que las rentas del guano se encontraban totalmente afectadas para el pago de la deuda externa.

El 25 de enero de 1873, el Congreso autoriza la emisión de una deuda de 21 millones de libras, que fueron sumadas a los bonos que no llegaron a ser colocados en el mercado europeo en 1870. Para esto se firma un contrato con Dreyfus el 5 de marzo de ese año. Esta operación fue considerada como la más importante en el siglo XIX en Europa, realizada por un gobierno latinoamericano, y esto no era nada peculiar para la época, ya que para el lapso de 1850 y 1875, el Perú tenía la deuda externa más grande de América Latina, sobrepasando a México, Brasil y Argentina por mucho. Este préstamo estaba destinado a la cancelación de las deudas de 1865, 1866 y 1870, para irrigaciones y para los ferrocarriles.

Tras una serie de negociaciones fallidas para solucionar el problema de la deuda externa peruana, en 1876 dejamos de pagarla. Aunque al parecer, según Tantaleán, en 1876 se destinaron al pago de la deuda externa 16 millones 412 mil 721 soles, y para el año siguiente, 2 millones 462 mil 134 soles. ¿A quiénes fueron a parar estos montos? Esta crisis económica no solo afectó al Perú, ya en 1873 entraron en moratoria Honduras y Santo Domingo, en 1874 lo hicieron Paraguay y Costa Rica, en 1875 fueron Bolivia y Guatemala, y junto con el Perú en 1876 lo hizo Uruguay. Esto generó una crisis de la banca internacional, sobre todo la británica, que vio afectada sus intereses en Latinoamérica.

El Perú tuvo que tomar ciertas medidas en busca de solventar esta crisis. Entre estas medidas se estatizaron las empresas de extracción guanera, y se dejó a cargo de su comercialización a empresarios peruanos - previamente en 1873 se intervino a la actividad bancaria, y en 1875 se estatizó el salitre- . De igual manera se dejó de pagar la deuda externa con acreedores ingleses, como ya lo mencionamos. Estas medidas afectaron a los intereses británicos, y según Enrique Amayo, en su libro "La influencia británica en la guerra del Pacífico" esto fue determinante para que Inglaterra estuviera a favor de esta guerra e inclinara su balanza a favor de Chile, como forma de garantizar las inversiones británicas en el salitre y el guano.

Por ello, cuando en plan guerra el Perú buscaba nuevos empréstitos para financiar la compra de más armamento y barcos de guerra, los empresarios ingleses sabotearon todos estos intentos. Como punto final a toda esta triste etapa se firmó el contrato Grace, a fines del siglo XIX, lo que le permitía al Perú saldar todas sus deudas pasadas pero a un alto costo.

4.6.07

Apuntes para la historia de la deuda externa e interna en el Perú (I Parte)


Por: Héctor Huerto Vizcarra

La historia de la deuda externa e interna en el Perú, es una historia de fracasos, frustraciones y de mucha corrupción. No es exagerado afirmar esto si se consigue estudiar de manera crítica todo el proceso de endeudamiento, primero con Inglaterra y después con Estados Unidos y Europa en general, al cual el Perú estuvo y está sometido. La influencia que esto ha tenido en nuestro devenir histórico como país, es real y no un mero artilugio ideológico como algunos pretenden afirmar. Paradójicamente, muy poco se conoce sobre este tema a pesar de constituir un problema para nuestro desarrollo en la actualidad. Por ello surge nuestro interés por difundirlo, para así generar conciencia de que este no es un problema nuevo, y que la deuda en nuestra historia no nos ha proporcionado mayores beneficios para la población, sino más bien, demasiadas pérdidas para el Perú.

A continuación, se desarrollará una breve reseña de los puntos más importantes sobre la historia de la deuda externa e interna del Perú.

I. Etapas de la evolución de la deuda interna y externa

1. Un Perú independientemente endeudado.-

Tal como lo demuestra Basadre, en la Historia de la República del Perú, ni bien nuestro país pudo lograr su independencia se vio agobiado por considerables deudas con los países extranjeros que apoyaron la gesta libertadora, así como con peruanos que hicieron similares aportes. Casi todos los países que intervinieron en nuestra independencia, nos solicitaron tiempo después o durante la campaña libertadora, el reconocimiento de deudas con ellos, causadas por los gastos que la empresa libertadora en el Perú les había implicado. Así, en virtud del tratado del 26 de abril de 1823 con Chile, el Perú reconoció como deuda suya el préstamo que había sido contratado por el comisionado de Chile, José de Irisarri, que ascendía a 1 millón 500 mil pesos, pero que para la fecha a causa de los intereses llegaba a los 3 millones de pesos. Esta deuda con el país del sur recién sería tratada nuevamente en 1848; por la convención del 12 de setiembre de ese año, el Perú se comprometió en abonar 4 millones de pesos. De igual manera, se reconoció una deuda con la Gran Colombia por el tratado de setiembre de 1829 en Guayaquil, y su monto ascendía a 5 millones de pesos, aparte del millón que le fue obsequiado a Bolívar por el Congreso de 1825, con lo que la deuda con ese país ascendía para 1829 a 6 millones de pesos. Solo Argentina no nos pidió reconocer deuda alguna, y probablemente esto se deba a que la expedición de San Martín al Perú fuera financiada con capitales chilenos.

Aparte de este tipo de deudas causadas por los gastos de nuestra independencia, el Perú dada la crisis económica en la que se hallaba sumido tras varios años de estar en guerra con España, recurre a dos préstamos de capitales ingleses. El primero Emprésito del 11 de octubre 1822, según Tantaleán, tratado por Juan García del Río y Diego de Paroissien (comisionados por San Martín en diciembre de 1821) con Tomás Kinder, por un valor de 1 millón 200 mil libras esterlinas, al tipo de 75%, con interés del 6% anual, comisión del contratista del 2% y entrega en seis plazos hasta 1823. Se da como garantías las entradas de la Casa de la Moneda, las aduanas y demás rentas. Tantaleán agrega además que el contrato debía ser pagado en 30 años a 40 000 libras esterlinas por año. Al final solo se recibe el monto de 900 000. Según M. F. Paz Soldán, “el prestamista eludió los pagos en los plazos estipulados y ocasionó al Perú quebrantos notables en su crédito y en su hacienda, con las escandalosas protestas de las letras giradas debido, en gran parte, a la desatendencia completa de las indicaciones hechas oportunamente por nuestros comisionados en Europa, muy particularmente por la discordia civil entre Riva Agüero y Tagle y muchas otras causas.”[1]

El segundo préstamo no tardó en llegar. Este emprésito fue negociado con Kinder por el inglés John Parish Robertson, el 21 de enero de 1825; según Tantaleán, por un monto de 616 000 libras, con un valor de colocación del 83%. “En el siglo XIX existía la costumbre de los agentes y bancos de adquirir los bonos de la deuda a precios inferiores a su valor nominal”.[2] Estas operaciones financieras se realizaron sin conocimiento de la representación peruana en Londres. Según Mariano Felipe Paz Soldán, el préstamo anterior fue ruinoso, y que solo sirvió para satisfacer la codicia de Kinder, mientras que en el segundo, Robertson entregó menos dinero de lo acordado.[3] Dancuart afirma que en el primer préstamo ocurrieron actos irregulares y que se dio cuenta al Congreso, que ordenó al Ejecutivo que cambiase los comisionados.[4]

Del monto total de estos dos préstamos, 1 816 000 libras, solo se obtuvieron 947 393 libras, según Palacios, aunque según fuentes inglesas el Perú recibió 1 491 480.[5] Según Basadre, en el segundo préstamo solo se emitieron los bonos correspondientes a 577 500 libras, dándole al Perú un producto efectivo de 200 385 libras a causa de errores y actos irregulares del comisionado. Lo que si es mas claro es la finalidad que tuvieron estos préstamos; para Enrique Amayo ambos préstamos fueron solicitados para comprar material de guerra, y ambos fueron arreglados en 1849, cuando se reconvirtió la deuda externa por primera vez en el país. La reconversión de una deuda significaba el obtener nuevas condiciones de pago para el país deudor, lo que implicaba para la época la obtención de un préstamo mayor que absorbía la deuda anterior, y eso fue lo que paso en 1849 con el Perú. Pero antes de que se diera este arreglo, el gobierno deja de pagar la deuda externa el 15 de abril de 1826, y así se da la primera moratoria unilateral del Perú.[6]

Pero las deudas del Perú no solo se limitaban al capital internacional. “Esta provenía, en conjunto, de la falta de abono a los servidores públicos, de los suministros hechos a los ejércitos patriotas, de los pagos hechos en 1825 por los premios otorgados por el Congreso con la esperanza de un emprésito que no llegó a verificarse, de emprésitos voluntarios o forzosos contratados por los sucesivos gobiernos (...) Asimismo, pasaron a integrarla las deudas legalmente contraídas por el gobierno colonial ...”[7] De esta manera, esta deuda interna puede ser enumerada de la siguiente manera, aunque de manera parcial me temo:

1. Comerciantes ingleses por un emprésito en 1822 de 74 000 pesos.
2. Comerciantes y propietarios de Lima por un emprésito de 200 000 pesos en 1823.
3. Emprésito del Tribunal del Consulado en 1823 de 80 000 pesos.
4. Emprésito contratado por Tagle con Juan Ignacio Palacios como representante de varios comerciantes por 50 000 pesos en dinero y 150 000 en víveres y útiles de maestranza. Obligándose el gobierno a pagar 300 000 pesos en derechos de aduana y entregando al contratista “la facultad de variar el régimen de aduana y algunos empleados y sustituirlos con otros de su confianza.”[8]

Como podemos observar, esta deuda interna, permitió que en algunas ocasiones, como la del punto 4 de la relación anterior, capitales privados ejercieran directa influencia dentro del Estado y lo limitaran en sus funciones o asumieran funciones que le deberían corresponder, como en el caso de la designación de los empleados de aduanas.

Los pagos para saldar la deuda interna fueron los siguientes: Entre 1825 y abril de 1827 se pagó poco más de 1’ 800 000 pesos en deuda interna reconocida, y quedaron por abonar 5’ 200 000 pesos, aparte de los créditos por reconocer, entre ellos los de la época colonial. Al congreso de 1827 se le presentó un estado de la deuda interna que ascendía a 14’ 200 000 pesos en establecimientos de Lima, y correspondían al Consulado 7’ 760 000. De este monto debían rebajarse como 2 millones por pertenecer a emigrados, residentes en país enemigo y desaparecidos.

Dentro de estos pagos, los hechos escandalosos no estaban ausentes. El Congreso aprobó el 5 de marzo y Bolívar promulgaron el 9 del mismo mes de 1825 una ley en la cual se pueda disponer de todos los bienes muebles e inmuebles que tenía el Estado, de los cuales podía prescindir, y se entregasen a los acreedores de la deuda pública. Esta ley permitió que por escritura pública extendida en Lima el 28 de setiembre de 1826 se cediera a José Antonio de Quintana una mina de brea llamada entonces Amotape y después, La Brea y Pariñas, en pago de la cantidad de 4 964 pesos que le adeudaba el erario nacional. Así nació la ruidosa cuestión de la Brea y Pariñas.[9]

La deuda interna, sin embargo, continuó creciendo, gracias a la ley de reforma militar del 12 de diciembre de 1829, en la cual no solo se permitía que se pagara a los servidores públicos en bienes nacionales, sino también en cédulas de reforma según el tiempo, calidad y número de servicios. De esta manera en un año la deuda ascendía a 1 493 186 pesos (posiblemente este sea el monto solo de la deuda reconocida), incrementándose hasta 1833, año en el cual se dio otra ley, del 13 de febrero, para que se aplicara a la deuda pública los bienes de los conventos supresos.[10] Pero esto no quedo ahí, y el monto continuamente se incrementaba a causa de la constante inestabilidad del país en los primeros años de la república. “Fueron frecuentes, sobre todo, durante la anarquía de 1835 y durante las guerras de restauración de 1837 y 1838-39 y las guerras de 1841, las exacciones forzosas que tomaron el nombre de emprésitos.”[11] Muchos de los cuales eran tomados como anticipos sobre los derechos ordinarios de aduana. (continuará...)


[1] citado en Basadre Historia de la República del Perú p. 123/1

[2] Tantaleán, p. 31

[3] Tomo II, p. 156-157. Historia del Perú Independiente.

[4] Emilio Dancuart. Anales de la Hacienda Pública del Perú, 1821-1889.

[5] Carlos Palacios. La deuda anglo peruana, 1822-1890. Carlos Marichal. Historia de la deuda externa de América Latina, 1988.

[6] Habría que preguntarse si es moratoria o cese de pago. Tal como lo define Oscar Ugarteche, una moratoria implica el no pago de los intereses del préstamo, mientras que un cese de pago implica el no pago de parte del capital prestado.

[7] Basadre p. 123.

[8] ídem.

[9] Toda esta información se halla en las pp. 122-125.

[10] Basadre Tomo II, p. 492/1

[11] Basadre Tomo II, p. 492/2