14.3.07

Pizarro, el bombardero de los Andes (parte II)


Me imagino que cuarenta años atrás se hubiera armado una broncaza entre hispanistas e indigenistas, con heridos y contusos aunque sea de papel.

¿Por qué hoy a la mayoría de limeños el asunto no le interesó, más allá de lo episódico?

Sin duda que, desde esa época, hasta hoy, mucha agua ha corrido por el venerable Rímac. La capital se ha transformado luego de sucesivas migraciones provincianas, en un proceso anunciado por sociólogos como Aníbal Quijano y José Matos Mar, entre otros. Una explicación, en otras palabras, sería que Lima y sus habitantes no se sienten ya representados en un monumento que por otra parte no era muy antiguo sino instalado recién en 1935, cuando la oligarquía agroexportadora se sentía la reina del país.

Cabe otra hipótesis, sin embargo, menos tranquilizante. Que Lima es hoy una ciudad menos integrada que en el pasado.

En efecto, es para pensar que el acto de Castañeda haya quedado en su fase destructiva: más importante fue volar la estatua que reemplazarla por un personaje o personajes considerados representativos. En ese sentido, la indiferencia de la ciudad no sería tanto frente a Pizarro como frente a los espacios públicos en general, comenzando por su plaza céntrica.

Desde este punto de vista, la ciudad contemporánea aparece menos integrada que la ciudad colonial. Algo que no debe olvidarse es que la capital virreinal era una ciudad pequeña, casi provinciana, donde españoles, mulatos y nativos se encontraban frecuentemente en la plaza de armas, el mercado capitalino; en las quintas y mansiones, donde vivían juntos; en las jaranas, donde el personaje del faite representa esta interacción social, justamente porque el temor o el deseo de ser confundidos unos con otros eran mínimos. Esta situación parece contrastar con la Lima de hoy, donde la movilidad social, tanto para arriba como para abajo, es más notoria y la necesidad de discriminar, por ello, se vuelve en ocasiones más apremiante.

Al escribir este post no trato de idealizar la colonia, sino de reflexionar sobre cierto tipo de historia "progresista" que explica los problemas actuales por causas remotas y que, finalmente, resulta condescendiente: con el presente.

Imagen: Juan Mauricio Rugendas, 1843. La plaza mayor de Lima.

4 comentarios:

Héctor Huerto Vizcarra dijo...

Nuestros problemas, a veces, tienen sus raíces en situaciones más contemporáneas de las que creemos...lo que sucede es que sigue existiendo cierto espíritu "aristocratizante" que entorpece los análisis sociales, y que evidentemente coadyuvan a generar conflictos y distanciamientos sociales.

Anónimo dijo...

¿Y qué tiene que ver un espíritu "aristocratizante" con la temporalidad asignada a las cuestiones?
Esta cuestión de la democratización de las ideas está bastante sobrevalorada como inspiración y forma, tanto en lo referente al estudio cuanto a la producción.
Sería bueno que en vez de recurrir a palabras baúl, se estableciera con conexiones más explícitas y depuradas cuál es el argumento. Porque, hay un argumento ¿o no?. Si no lo hay creo que se estaría demasiado cerca de esa dimensión "fotográfica" que se critica.

Héctor Huerto Vizcarra dijo...

Mi argumento es el sgte: la objetividad en la historia y la historia apolítica, alejada de la realidad contemporanea, son meros argumentos politicos de una facción "aristocratizante" de los investigadores de la historia que se esconden tras estas ideas para propalar sus propias ideas políticas y sus propias interpretaciones historicas frutos de ellas.

Me refiero al termino aristocratizante en la medida en que aludo a esta historia encerrada solo en los circulos academicos y que no trasciende de ellos. Aristocrara en la medida en que pertenece a un pequeño grupo de privilegiados.

Yo no se que quieres decir con la sobrevaloracion de la democratizacion de las ideas, porque no das ejemplos concretos de ello, pero evidentemente la producción de este tipo de historias, más abiertas al publico en general (no solo como consumidores sino como creadores de las mismas), son espacios que a mi parecer en el Perú no terminan de tomar cuerpo.

Eddie Gelprem dijo...

Amigo José Grillo. De parte de Pinocho, el Muñeco Cabeza de Madera, que se ha rebelado a Gepetto, su creador… y que quiere ver la ciudad:

Un historiador no es un sujeto que camina por aquí y por allá, recogiendo despojos sesgados en el tiempo… ello lo convertiría más en un sujeto bidimensional, uno que no se enfrentaría a las múltiples ramificaciones a la que puede llegar el discurso histórico y en las que de verdad radicaría su riqueza. Nuestro gran problema, amigo mío, es que la “temporalidad” asignada a la historiografía peruana en varios casos responde a ciertas “ausencias” o “cuotas de orientación del discurso”, que nos impiden llegar a verdaderos tópicos para usar la historia como una verdadera herramienta de la memoria y la identidad.

A veces, José, hay ciertos dioses o procesos que los historiadores o pueden tocar más que desde la versión oficial, por más que lo hagan tratando el tema ética e imparcialmente. Hacerlo de manera diferente sería la censura, o peor aún, la marginalidad. Creo que me entiendes, por ello pienso que si queremos darle a la historia una dimensión que debería tener desde los cincuenta (por no decir desde 1929) deberíamos entenderla como un proceso múltiple, en el que no hay “una historia” sino que hay “muchas”, y un solo discurso no existe solo (de ahí viene lo aristocratizante, lo fotográfico) sino que coexiste con otros discursos, otras interpretaciones, con otras historias.

Demás esta decir amigo, que agradecemos comentarios como el tuyo, que enriquecen el debate.

Cordialmente,