11.10.09

LA REVOLUCIÓN DE JUAN VELASCO ALVARADO (II)

Por: Nayib

Fuerzas Armadas Revolucionarias

Fue un proceso que necesitó de una lenta maduración y se distinguió porque no fue un gobierno militar más de los vividos en América Latina desde 1930, su carácter nacional y revolucionario le dieron una identidad propia[1]; empero el politólogo Samuel Huntington afirma que constituyó otro elemento del sistema político pretoriano, de inesperados oscilaciones del péndulo y giros de 180 grados, entre el autoritarismo despótico y el gobierno popular, dentro del proceso de modernización de América Latina[2].

Algunos de los antecedentes en la formación de esta mentalidad lo encontraríamos en el general José del Carmen Marín -fundador del Centro de Altos Estudios Militares (CAEM) en 1950- de amplia trayectoria militar, académica y política; quien señalaba la subsistencia de un colonialismo mental en el Perú y la necesidad de elaborar estudios estratégicos independizados doctrinariamente de normas extranjeras.
¿Cómo planteaba el general JC Marín romper con los calcos y copias de doctrinas provenientes de países desarrollados? En un discurso pronunciado en el CAEM dijo:
No constituimos pues, un organismo con profesores y alumnos, sino un equipo que abordará el estudio de los problemas de preparación y empleo de las FFAA(…) tendremos pues que estudiar el proceso de preparación integral del país para su defensa(…) este dominio de conocimientos escapa a nuestra preparación técnica y por eso hemos recurrido a más de 20 profesionales civiles[3].

El investigador norteamericano Daniel Masterson en su libro Fuerza Armada y Sociedad en el Perú Moderno (2001), señala, que durante el proceso revolucionario de las Fuerzas Armadas peruanas iniciada en 1968, existió el grupo de oficiales innovadores, conservadores (de derecha) o progresistas (de izquierda).
El oficial más representativo de los innovadores era el general Edgardo Mercado Jarrín por su calidad intelectual, versada en diversas disciplinas entre militares, políticas, sociales, derecho internacional y hasta filosófico al acercarse al pensamiento de Augusto Salazar Bondy respecto a la teoría de la dependencia y alienación. Además, dará énfasis en disminuir el grado de dependencia ante los países del primer mundo, exigir pluralismo diplomático y a la tarea de construcción de la identidad nacional.
…el general Mercado en mayo de 1985. Afirmaba que con la Revolución del 3 de octubre el militarismo peruano intentaba organizar una “Tercera Posibilidad” para alcanzar el bienestar general. Se buscaba rechazar los extremos del capitalismo y el comunismo (…) insistía en que la supresión de los “derechos humanos” como un derivado de la política de contrainsurgencia en Latinoamérica desde la segunda Guerra Mundial no había hecho mas que exacerbar la amenaza[4]
Del mismo modo, el ideal cristiano podría representar uno de los pilares ideológicos, absorbidos de la democracia cristiana, del pronunciamiento de la Conferencia Episcopal Latinoamericana y la emergencia de la Teología de la liberación en el continente, particularmente el Perú, sobre la pobreza y la necesidad de justicia social.

Los Objetivos de la Revolución

El historiador Pablo Macera señala que J. Velasco tuvo fundamentalmente 3 o 4 objetivos básicos: la reforma agraria, que separa al Ejército de la derecha y establece entre ellos una línea de desconfianza que no había existido en el siglo XX, el petróleo, el APRA y sobre todo de una intuición geopolítica sobre la incompatibilidad de intereses entre el Perú y Chile[5]. El sociólogo Carlos Franco remarca el contenido socialmente democratizador, como carácter necesario y urgente y su forma política autoritaria, como patrón histórico que marcó la evolución de la sociedad peruana, es decir:
…sin la concentración del poder y el empleo de la fuerza no era posible, insistimos, en las condiciones del Perú de la época, realizar profundas transformaciones sociales.[6]
Además, señala la contradicción de aquella subversión dentro del orden.
Otros estudiosos señalaran como objetivo la reducción del dualismo de la sociedad peruana, para hacerla más fluida mediante la destrucción de los cimientos agrarios de las grandes familias oligárquicas a la vez de racionalizar la economía para transferir ingresos a otros sectores de la economía[7].

Aciertos y Fracaso

El impacto del discurso ideológico y de las acciones que cambiaron algunas estructuras del país no permitió el crecimiento sostenido de la capacidad industrial, puestos de trabajo y una mejor distribución de la riqueza; y más bien evidenció la falta de una clara y precisa estrategia de desarrollo económico y ausencia de respuesta a los efectos de la crisis económica internacional de 1974. Las orientaciones generales de tipo económico -auto centrar el aparato productivo, crecimiento interno, e independencia, en cuanto a la toma de decisiones, con respecto al mercado internacional-, carecieron de un buen diagnóstico dado el alto grado de heterogeneidad estructural. Este manejo poco afortunado de la política económica no apoyó el desarrollo de las reformas estructurales ni los nacientes intereses de los grupos sociales movilizados por ellas.
Se realizaba un cambio radical sin pensar en el tipo o forma de desarrollo, porque éste no consistía en una simple redistribución de la propiedad, exigía, reconocer complejas y plurales estructuras sociales, económicas y culturales forjadas a través de la historia peruana.
La dependencia del proceso a la suerte de su dirigente, Velasco, revelaba su dramática fragilidad, más aun cuando parecería ser una constante histórica del autoritarismo peruano por sus rasgos multiétnicos, poderoso pasado colonial y heterogéneas condiciones de existencia. Además, los oficiales reformistas que se hicieron con el poder no eran más que una minoría, el grueso de las FFAA se limitaban a cumplir las órdenes superiores o pertenecían a los grupos conservadores como en otras partes del continente.
Ahora, los obstáculos no sólo se presentaron al interior del proceso, también sufrirían la sistemática oposición de la agonizante oligarquía terrateniente contrarrevolucionaria. Los tradicionales partidos APRA y marxistas ortodoxos mostraron una orientaron antagónica que sólo favorecía los cambios cuando eran promovidos y dirigidos por ellos, descartando cualquier tipo de relación con el gobierno que no fuera el conflicto directo o la disputa violenta por el poder.
[1] Alain Rouquie y Stephen Sufren, “Los militares en la política latinoamericana desde 1930”. Historia de América Latina. Ed. Leslie Bethell. Barcelona: Critica, 1991. Pág. 306.
[2] Samuel Huntington. El orden político en las sociedades de cambio. Ed Paidos, Buenos Aires1991. Pág 79-83.
[3] Víctor Villanueva. El CAEM y la revolución de la FA. IEP. Ed Campodonico.
[4] Entrevista al general® Edgardo Mercado Jarrín, Lima 10/5/1985. En Daniel Masterson. Pag 340
[5] Pablo Macera. “Antes y después de Velasco”. En Las Furias y las Penas. Mosca Azul . Lima, 1983.
[6] Carlos Franco. El Perú de Velasco. Pag. 416
[7] Alain Rouquie y Stephen Suffern. Pag. 307.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buen articulo y muy buen blog! enhorabuena!!

Un saludo!