* Por Edgar Villegas Vásquez
15 de Agosto del 2007, un año, un aniversario; el terremoto que asoló el sur del país dejó un amargo sabor de boca en las instituciones y la opinión pública sobre las formas de manejar la política de gestión del desastre. A la hora de hacer un recorrido del paso del tiempo, como un corredor recordamos la tarea encomendada al poder cuando hemos sido ajenos a esta, la tocamos dentro de las instituciones y la memoria que ellas guardan en documentos y otros sistemas de almacenamiento de información, pero olvidamos en la mayoría de los casos a quienes fueron parte de la misma, a aquellos que perdieron todo, y a veces, incluso más.
Es por ello que el discurso que vierte el libro de Ana Cecilia Gonzales – Vigil propone algo que debía haber sido y no fue: retratar el lado humano de una catástrofe desde sus actores, sus imágenes particulares, sus luchas y sus búsquedas; como una forma de concretizar la tragedia, desde los cuerpos y las historias particulares de quienes las sufrieron. El lenguaje transmitido en las fotografías es por demás bello, no sólo por el tratamiento del color, sino por la evocación de la nostalgia en cada encuadre; para la fotógrafa, aquello que una vez comenzó como un encargo periodístico evolucionó como un proyecto personal.
En este libro la cámara registra la destrucción haciendo eco no desde el contexto del escenario; las ruinas expresadas en cuerpos y destrucción rebasan el objeto de interés que cubrió el sensacionalismo mediático de inicios de la tragedia, para enfocarse en el sobreviviente como sujeto del desastre, y hacerlo parte indesligada de un verdadero dispositivo de memoria de la catástrofe, menos sensacionalista, más cercano a nosotros.
Nota: Publicado en XanaX para el Populorum, debates sobre política, arte, cuerpo, fotografía e historias.
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