24.12.07

Feliz navidad

Y un venturoso año 2008 les desea Ahora... y en la historia

9.12.07

El enroque del rey por el peón: enfoque sobre los sistemas democráticos de América Latina y Europa

Por: Héctor Huerto Vizcarra

Desde hace algún tiempo atrás, antes de llegar a la patria de una parte de nuestros ancestros, porque es de mal gusto decir Madre Patria a España, tengo la impresión de que existe cierto desprecio hacia el sistema democrático de América Latina por parte de los europeos. Evidentemente no puedo refutarle razón a ello. De alguna manera u otra hemos reafirmado en la práctica nuestras deficientes costumbres democráticas. Sin embargo, lo que los europeos en ocasiones olvidan es mirar la paja en sus propios ojos.

Cuando recién había arribado a estas costas, uno de los temas que más llamaba la atención a los españoles era el altercado entre el Rey de España y el Presidente venezolano. La frasecita “porque no te callas” se había vuelto famosa, y era recreada constantemente en los diversos medios de comunicación. No hubo programa de entretenimiento que no la haya mencionado. Lo interesante es que sacó a relucir el nacionalismo existente, entre parte de la población española, en la figura simbólica del Rey. Las críticas de Chávez a Aznar se habían convertido, gracias a la intervención del Rey, en una afrenta contra el propio Estado Español.

Dentro de esta coyuntura, mientras me encontraba en el sótano de una librería de viejo leyendo los títulos de los libros, escuché la conversación entre el dueño, quien era un poco mayor que yo, y uno de sus amigos que había ido a visitarle. El tema, obviamente, era el ya mencionado altercado. El amigo se encontraba algo enojado por la actitud de Chávez frente a Zapatero y criticaba sus maneras de hablar. El dueño a su vez enfatizó una postura diferente: “El subnormal ese, tiene mucha razón”. Es decir, el Presidente venezolano estaba en lo cierto. Después de algunos intercambios verbales más, ambos llegaron a la conclusión de que Chávez no podía hablar de democracia cuando es sabido por “todos” como son las democracias en América Latina, sobre todo, la venezolana.

A pesar de mi posición siempre crítica frente al gobierno venezolano es necesario tomar en cuenta algunas razones que dejan muy en claro que el sistema democrático está funcionando en Venezuela. Primero, no existe ni siquiera la sospecha merecida de que en las diversas elecciones, sean generales o de consulta popular, haya existido fraude por parte del gobierno venezolano. Esto quedó muy claro con respecto a la última consulta. Lo que quiere decir que, la gran mayoría de la población venezolana está decidiendo sobre su futuro de acuerdo a sus propios intereses.[1] Segundo, y en relación directa con lo anterior, la mayoría de los venezolanos sienten que la democracia está funcionando en su país y se muestran satisfechos con ella. Por ende, la tasa de satisfacción con la democracia es la más alta en la región, según el Latinobarómetro, superando ampliamente a Perú, Argentina, Brasil y Chile. Curiosamente, los pocos países que han incrementado la satisfacción de su población con el sistema democrático, en relación con el año pasado, son Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua.[2]

Lo anterior no niega que existan características dentro de la forma como se desarrolla y desenvuelve el gobierno de Chávez que merman, afectan o deforman las características democráticas de su sistema político. Estos rasgos negativos pueden devaluar su sistema democrático pero no pueden negarlo. De igual manera como no se puede negar que existe democracia en el Perú, en donde el 60% de la población se encuentra en la pobreza, y buena parte de ellos sienten que no pueden ejercer sus propios derechos como ciudadanos.

El ejemplo venezolano resulta muy gráfico cuando se trata de criticar los sistemas democráticos en América Latina, sin querer entender el diverso desarrollo, y las distintas características, que han vivido los sistemas democráticos en nuestro continente. También, cuando se pretende ocultar las propias deficiencias del sistema democrático en Europa. Como una muestra de ello, presento a continuación un debate interesante en torno a qué sector de la población decide las victorias electorales en las elecciones en España.

Para César Molinas las elecciones en España se deciden, incluso desde antes de la llegada de Franco, por los votos de una “izquierda volátil” que oscilan siempre entre votar por el PSOE, el IU o la abstención. Vale recalcar que tanto el PSOE y el IU son considerados partidos de la izquierda en España. Para Molinas esta “izquierda volátil” la conforman alrededor de dos millones de personas.[3]

Entonces, en la práctica esto se ratifica por el mayoritario apoyo que en las últimas siete elecciones ha dado la población a la izquierda. En donde la votación para la izquierda fue en seis de los casos superior a la votación de los partidos de la derecha, con un margen que oscila entre los 2 y 4 millones de votos de diferencia. Aunque esto no garantiza la victoria de la izquierda en las elecciones, en donde el PSOE hasta el momento es el eterno mejor candidato. Por ello, Molinas ha calculado que para que el PSOE triunfe en las elecciones venideras, es necesario que la IU tenga poca votación (menos del 4%) y el porcentaje de participación de la población en las urnas sea mayor del 71%.

Frente a ello, Belén Barreiro postula que no es la izquierda la que decide las elecciones en España, sino el centro. Acertadamente señala que la tesis de Molinas, que se basa en las variaciones de voto entre elección y elección, no permite saber la ideología de los votantes, su edad, condición social u otras características. Para Barreiro esta información tiene que complementarse con las encuestas. Gracias a ellas, señala que en España hay un 20% de personas que se declaran ser de centro y que otro 20% no declara tener alguna ideología. Ella afirma a priori de que usualmente estas personas sin ideología suelen ponerse del lado del partido que gobierna y son la composición mayoritaria del voto abstencionista. En consecuencia, el partido que vence en las elecciones en España es aquel que logra una mayor votación entre las personas de centro y entre las personas sin ideología.[4]

Con respecto a estos puntos de vista, me parece lógico resaltar que el planteamiento de Molinas, por más cuestionable que sea, no deja de ser muy sugestivo. Sin embargo, dentro de mi perspectiva, erróneo. Eso no implica que me incline a pensar que esos dos millones de personas que Molinas ha identificado provienen, en parte, del centro ideológico, como afirma Barreiro. Tampoco estoy seguro de otorgarle tanta credibilidad a las encuestas y menos aún cuando estas condicionan a los encuestados a definirse ideológicamente. La misma definición ideológica de centro implica muchas ambigüedades.

Sin mayor conocimiento del caso, me inclino a pensar que esos dos millones de personas que suelen inclinar la balanza hacia el PSOE, cuando el PP se muestra más inclinado a la derecha radical, y que paradójicamente su número se mantienen con el tiempo, cuando la cantidad de ciudadanos invariablemente se modifica con los años, tiene mayor relación con una posición antisistémica que con una postura ideológica determinada. Por ende, una contraposición de esos datos con el porcentaje de pobreza y exclusión en España, así como un análisis comparativo de los niveles de participación política, pueden develar cierta crisis dentro de su propio sistema democrático.

Cuando en las elecciones pasadas en Perú, una buena parte de la población se inclinó por votar a favor de Ollanta Humala, quien manejaba un discurso muy crítico frente al sistema económico y político, los analistas no dudaron en calificar ese tipo de votación como antisistémica. De alguna manera, más que apoyar al candidato en cuestión, ese voto representaba una postura crítica y opositora al sistema político y económico imperante. Pues bien, dentro de esa línea argumentativa, cuando en España se cierne la amenaza de que una derecha más o menos radical asuma el gobierno, surge un pequeño pero importante porcentaje de la población que deja del lado el abstencionismo (que puede ser calificado como una medida de protesta frente al sistema) o concentra su voto en el PSOE (que tiene posturas menos críticas que la IU) para evitar que el PP venza. Así, esos dos millones de votos, son también votos de oposición a una forma de hacer política, que tiene mucho que ver con el status quo y el libre mercado. No se necesita tener una conciencia ideológica establecida como para entender que me conviene política y económicamente. Es una mera cuestión de supervivencia.

[1] Diferente es el caso peruano de Fujimori, en donde existen pruebas de fraude en las elecciones de 1995, y en donde existen sospechas fundadas de que hubo otro tanto en las elecciones para aprobar la Constitución de 1993.

[2] Informe del Latinobarómetro 2007. Lo pueden encontrar en: http://www.latinobarometro.org/

[3] César Molinas. El poder decisorio de la “izquierda volátil”. En: El País, 11 de noviembre del 2007, p. 39

[4] Belén Barreiro. El centro decide las elecciones en España. En: El País, 6 de diciembre del 2007, p. 35

2.12.07

Yendo más allá del mercado: una nueva propuesta de reformas económicas

“No existe correspondencia entre la versión de economía de mercado que se les
está imponiendo a los países en desarrollo y, por ejemplo, la de Estados
Unidos.” (Stiglitz: 2003, p. 29)


Por: Héctor Huerto Vizcarra

En el texto El rumbo de las reformas. Hacia una nueva agenda para América Latina Joseph Stiglitz plantea una diferente perspectiva de análisis de los problemas económicos de América Latina. De esa manera, se presenta disconforme frente a las políticas económicas imperantes en la región desde la década de los 90’s. Si bien es cierto el inicio de dicha década se caracterizó por un breve repunte en la economía de la región, con un incremento de su productividad, en contraposición con la crisis económica de la década pasada, para este autor dicha mejora económica no fue una consecuencia de las reformas aplicadas desde los inicios de los 90’s, sino el repunte natural de un mercado tras salir de una etapa de recesión. (Stiglitz: El rumbo de las reformas, p. 19)

Desde ese punto de vista queda claro que las denominadas ventajas de las reformas económicas de los 90’s, amparadas dentro del Consenso de Washington, pierden todo tipo de valor. Para el autor tampoco tienen mayor justificación en la medida en que dichos planteamientos económicos no fueron empleados en su momento por las ahora potencias industrializadas, tal como lo afirma en la cita inicial de este texto. Por eso no duda en calificar que el experimento de reforma ha fracasado en América Latina, en la medida en que muchos países sufren recesiones, depresiones y crisis que recuerdan los años de la Gran Depresión.

Entonces, se hace necesario explicitar de forma más detallada lo que para Stiglitz significa este fracaso. Aunque el crecimiento medio de América Latina durante los 90 es superior a la década anterior, representa un poco más de la mitad de las tasas de crecimiento de los años 50, 60 y 70. Es decir, el libre mercado y el Estado minimalista fueron incapaces de generar un crecimiento mayor a los que se dieron en décadas pasadas, donde el Estado era más fuerte y existían mayores ingerencias por parte de los gobiernos para controlar al mercado.


De igual forma, estas reformas generaron mayor inestabilidad económica en la región. Casi todos los países pasaron por periodos de crecimiento negativo, con lapsos de tiempo que varían entre uno a más años. Asimismo, el nivel de pobreza en América Latina se incrementó levemente en dicha década, y la brecha entre pobres y ricos aumentó en la mayoría de casos, generando así mayor desigualdad. Todo ello ha contribuido indirectamente a que se mantenga una democracia meramente electoral, en donde la población no tiene mayor ingerencia en las tomas de decisiones del gobierno. En resumen, para Stiglitz el fracaso se debe a la forma como se planteó que funcionaba el mercado y la función que debía tener el Estado en el mismo.

Dentro de esa perspectiva es innegable encontrar similitudes con la realidad económica peruana. En donde se puede evidenciar que, la crisis económica que vivió el Perú en la década de los 80’s comenzó a darse a finales de los 70’s cuando el gobierno militar de Morales Bermúdez cada vez más se vio agobiado por las deudas contraídas por el propio régimen militar y los regímenes pasados con entidades del extranjero. En 1973 se tenía una deuda externa de 4 132 millones de dólares y para 1979 dicha deuda se había más que duplicado en 9 334 millones de dólares.1 Todo ello vino de la mano con una inflación preocupante: de tener 4.2% de inflación en 1972, en 1979 se tenía una inflación del 66.7%.

Esto conllevó a que en el primer gobierno democrático de los 80’s decretara la moratoria de la deuda externa peruana en 1984. Sin que por ello fueran ajenos flagrantes casos de corrupción y malos manejos de la deuda externa peruana. Para 1981 se había obtenido un préstamo para la compra de dos motonaves, las cuales se malograron en 1984 sin haber entrado en actividad. Lo cual resultó escandaloso.2 Sin embargo, a pesar que el gobierno aprista de la segunda mitad de los 80, pago más del 10% de su presupuesto anual por el concepto de deuda externa, la misma se incrementó en 22 856 millones de dólares para 1990. La deuda externa creció en esa década en alrededor de un 250%. Para esto, también hay que tomar en cuenta las astronómicas cifras que alcanzó la inflación peruana para el final del primer gobierno de Alan García. Con ello, el panorama de la crisis económica está más completo.

Dentro de este panorama, las reformas del Consenso de Washington se aplicaron en el Perú casi al pie de la letra, como el remedio para contener la crisis económica de la década pasada. Generando una sensación inicial de bienestar entre la población, por la llegada de capitales al país, entre los que destacaba el dinero recaudado por la venta de las empresas estatales, el cual en un primer momento sirvió para solventar los incentivos de renuncia de decenas de trabajadores públicos. Tal como lo afirma Stiglitz, al parecer, en el Perú estas inversiones se emplearon más en el consumo que en la inversión de proyectos de largo plazo.


Curiosamente, estas reformas económicas vinieron de la mano con la irrupción del régimen democrático, y con casos de corrupción en cuanto al manejo de los fondos públicos provenientes de las privatizaciones y al manejo de la deuda externa. Contraviniendo de esa manera la idea de que un Estado liberal en cuanto a materia económica asegura una mayor eficiencia y menores niveles de corrupción.

No solo la población peruana se vio afectada en la parte económica, donde un 60% se mantuvo dentro de una situación de pobreza, sino que la nueva política del Estado de fomentar el libre mercado y aplicar el menor control sobre el mismo, afectó también los derechos y libertades del ciudadano. Mermando así su derecho a la participación, y a que su opinión sea escuchada, en beneficio de los intereses de determinadas empresas o inversiones. Esto se hizo evidente en el Perú en la minería. Por ello, cabe resaltar los conflictos generados entre empresas mineras y la población circundante en Tambrogrande (2004) y Majaz (2003-2007), ambos en Piura. En el caso de Majaz se evidenció que se habían socavado los derechos humanos y ciudadanos garantizados constitucionalmente, especialmente de los pobres de las áreas rurales. No solo se les puso trabas a la población para participar en el proceso de implementación de la Minera Majaz, que afecta las tierras de dos comunidades campesinas, sino que se violaron los derechos de propiedad de los comuneros. Todo ello con el aval del propio Ministerio de Energía y Minas.3

Entonces, dentro de esta situación caótica, ¿hasta qué punto las propuestas de reformas (de las reformas) de Stiglitz son necesarias en el Perú? Lo que se hace imprescindible en la coyuntura actual es que el Estado asuma un rol regulador dentro del mercado, que ponga trabas a los capitales golondrinos, que proteja a los inversionistas nacionales y que promueva la industria. Es evidente que el Perú como un mero exportador de materias primas en el mercado mundial no puede aspirar a convertirse en un país “desarrollado”. Asimismo, desde mi punto de vista, el Estado tiene que garantizar que el gobierno represente a las poblaciones locales frente a cualquier conflicto con inversionistas nacionales o extranjeros, garantizando así los derechos individuales y sociales de esas personas. Para ello es importante que el Estado cuente con instituciones independientes que asuman la tarea de mediar estos conflictos, puesto que es imposible que el gobierno sea juez y parte.

Según Stiglitz, el Estado no tiene que ser minimalista ni tiene porque administrar necesariamente mal las empresas públicas. Es más, enfatiza la necesidad que el Estado construya una red de protección social para los ciudadanos. Lo que en términos prácticos significa que, se vuelva a fortalecer la seguridad social en el Perú. Para el autor es importante además, que el Estado garantice a la población el derecho a trabajar, lo que no solo significa generar nuevos puestos de trabajo sino garantizar ciertos derechos laborales, como la estabilidad laboral. También implica la formalización del sector informal de la economía. Igualmente, se tiene que fomentar una tributación equitativa, tal como sucede en Finlandia actualmente, en donde se tribute escalonadamente, de acuerdo a la capacidad económica de cada quien. Así, las personas que tributen más serán lo individuos que tienen mayor capacidad adquisitiva.

Stiglitz plantea además que para no depender del crédito extranjero, o para evitar que dichos créditos se concentren en la capital, se tiene que fomentar la creación de bancos locales y programas de ahorro en la población. También afirma que el Estado tiene que asumir una política de microcréditos que ayude a los empresarios nacionales a salir adelante. Para esto, es necesario para el autor que exista un clima propicio de negocios, tanto para inversores extranjeros como nacionales. Esto significa que la violencia y la inestabilidad política tienen que ser controladas mediante la participación política de los ciudadanos en las decisiones públicas y el respeto de sus derechos fundamentales, dentro de la concepción más amplia del término.


Desde luego, la educación se convierte en un pilar imprescindible dentro del crecimiento económico del país. Para ello no solo se necesita un mayor gasto público en el sector, sino una renovación en los contenidos de la misma. En donde el estudiante pueda aprender de forma práctica el ejercicio de su ciudadanía dentro del marco de su ubicación temporal, cultural y geográfica. Es importante entonces que el alumno se ubique dentro de un marco histórico establecido, con una suficiente capacidad crítica para analizar estos acontecimientos. Desde la educación también, se puedan inculcar hábitos de vida más saludables, que tomen en cuenta el respeto al medio ambiente y que reivindiquen el consumo de productos de origen andino que representan una alternativa alimenticia nutritiva y barata para la población.4

Por último, Stiglitz plantea que resulta importante que el Estado fomente la creación de medios de comunicación alternativos y locales, que impidan el monopolio y que permitan, dentro de sus limitaciones, la participación de la población. Esta idea fue corroborada en la práctica reciente en el Perú cuando en este año se llevó a cabo la consulta popular sobre la Minera Majaz, donde la radio Cultivalú, representó una postura crítica y disidente en relación a la postura del gobierno que era pro minería.5

Sin estas nuevas reformas, que implican en el fondo una transformación de la sociedad, es improbable pensar que se pueda construir una economía más saludable que se refleje en el bienestar de sus ciudadanos, especialmente de los más pobres, y en el crecimiento del país.

1 Carlos Parodi. Perú 1960-2000: políticas económicas y sociales en entornos cambiante, p. 140 Estas cifras se refieren a la deuda externa total, que incluye la pública y la de entidades privadas. Según el Ministerio de Economía y Finanzas solo la deuda pública externa en 1970 llegaba a 945 millones de dólares; en 1973 a 1491 millones de dólares; en 1979 a 5764 millones de dólares. La deuda con el Club de París, en el lapso de 1970 a 1979, creció 8 veces, mientras que la deuda con la Banca Internacional creció 11 veces al valor que tenía en 1970.

2 Héctor Huerto. Apuntes para la deuda externa e interna del Perú. Publicado en: http://ahorahistoria.blogspot.com

3Héctor Huerto. Redoble por Majaz.Acerca de las aventuras y desventuras de la minería, los medios de comunicación y la democracia en el Perú. Publicado en: http://ahorahistoria.blogspot.com

4Esto se contradice con el intento actual del gobierno del APRA de ilegalizar la harina de la hoja de coca.

5Héctor Huerto. Redoble por Majaz.Acerca de las aventuras y desventuras de la minería, los medios de comunicación y la democracia en el Perú. Publicado en: http://ahorahistoria.blogspot.com